Fede de los Rios
Fede de los Rios

El odio Sagrado

Como permitamos que lo sagrado invada el espacio de lo profano, estaremos aún más jodidos que ahora. Que ya es decir.

En el nombre de Allah, el Justo, el Clemente, el Misericordioso un estadounidense de 24 años ha cosido a puñaladas el cuerpo de Salman Rushdie por un libro que publicó hace 33 años y que el joven a buen seguro desconoce, pues de haberlo leído igualmente merecería el  castigo pues, como rezaba la fatua del ayatolá Jomeini: “El autor de ‘Versos satánicos’ junto con todos los editores y editoriales conscientes de su contenido, están condenados a muerte. Hago un llamamiento a todos los musulmanes valientes, dondequiera que se encuentren en el mundo, para que los maten sin demora, para que nadie se atreva a insultar las creencias sagradas de los musulmanes en lo sucesivo. Quien muera por esta causa será mártir, si Dios quiere.”  Se añadían unos 4 millones de dólares de recompensa. Sabido es que, en asuntos religiosos, el oro siempre afianza las creencias. Acaso el martirio resulte insuficiente y molesto.

Y eso que Rushdie, ante la respuesta de algunos sectores islámicos, a los pocos meses de la presentación de su novela declaró: ″Lamento profundamente la angustia que esa publicación ha ocasionado a los seguidores sinceros del Islam. Viviendo como lo hacemos en un mundo de muchas religiones, esta experiencia ha servido para recordarnos que todos debemos ser conscientes de las sensibilidades de los demás″. No ha sido suficiente al parecer de El Misericordioso, El Clemente. Y es que el Dios Único Verdadero de cada una de las tres sectas monoteístas abrahámicas adolece de un pronto malo y una forma de amar un tanto brusca.

Desterremos las verdades incontrastables absolutas y participemos en la duda de manera crítica y razonable para intentar entender el mundo que nos rodea y transformarlo. Que ya es hora. Como permitamos que lo sagrado invada el espacio de lo profano estaremos aún más jodidos que ahora. Que ya es decir. Porque, como dijo el filósofo, es simplemente insoportable que la dialéctica entre trabajo embrutecedor y pavor a perder tal vínculo esclavo se haya convertido en el problema mayor de la existencia.

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