Nos acostumbramos, durante décadas, a la genuflexión y el besamanos de nuestros gobernantes para con el representante de turno del Tío Sam; el ritual de sumisión de los súbditos ante el emperador así lo exige, pero el tiempo había dulcificado formas y modos facilitando, en un principio, la instalación de sus bases militares americanas en suelo europeo para defendernos del comunismo; posteriormente, el amigo yanqui nos introdujo en una estructura militar para que «nosotros mismos» fuéramos quienes nos defendiésemos del Pacto de Varsovia del malvado Comunismo. No solo no se llevaron las bases militares, sino que fueron en aumento imponiendo el control total de la OTAN. Así llamaron a la organización militar al servicio de USA.El nuevo emperador de la Casa Blanca no es amigo de eufemismos que maquillen la realidad; una realidad económica nada favorable para el capital americano que encuentra nuevas dificultades en el saqueo del mundo, la pérdida de influencia y la aparición de nuevos actores principales –y no de reparto– que compiten en la economía mundial. Frente a la diplomacia como forma de conseguir objetivos, Trump practica el exabrupto y la fuerza bruta. Le aburren los besamanos, «vendrán uno a uno los presidentes europeos a besarme el culo» (sic). «Todos los países de la OTAN nos pagarán el 5% de sus presupuestos en armamento». Y raudo empezó el besaculos en procesión de los vasallos. Los preliminares anales corrieron a cargo de la lengua del hasta hace un año primer ministro holandés y actual secretario general de la OTAN «querido Donald, lograrás lo que ningún presidente estadounidense en décadas pudo lograr, Europa va a pagar con creces, como debe ser y será tu victoria», le vaticinaba semanas antes. «Tú eres un hombre fuerte», «un papi que a veces debes hablar fuerte a los niños». Los «niños» refiere el lenguaraz Mark Rutte, son los palestinos e iraníes. La dignidad, esa cualidad humana por la que somos sensibles a las ofensas, desprecios, humillaciones o faltas de consideración, se fue por el desagüe.