Para cualquiera que haga uso de la razón debería ser una obviedad que el estado de las cosas resulta insoportable.La brecha entre ricos y pobres, da igual si países o individuos, es cada vez más grande y profunda; así lo atestiguan las cifras de los diferentes estudios económico-sociales realizados por gabinetes nada proclives a la revolución proletaria. “Hay una guerra de clases, de acuerdo, pero es la mía, la de los ricos, la que está haciendo esta guerra, y vamos ganando” nos dice el multimillonario Warren Buffet tras afirmar que pagaba menos impuestos que su secretaria.La propia supervivencia de la especie humana en el planeta está en entredicho. Eso sí, parece que los últimos días hará bueno y a los de Egia e Intxaurrondo, gracias al deshielo, les tocará en primera línea de playa (un poco de justicia poética al fin). Para concienciarnos del peligro, nuestras autoridades mundiales van a hacer apagar la luz en los edificios oficiales de las principales ciudades durante sesenta minutos en cada uno de los husos horarios. En Palestina, tanto Tel Aviv como Gaza comparten el huso horario y, al parecer, la misma responsabilidad en el cambio climático. Dada la situación actual, tras setenta y cinco años de ocupación, bien podrían implicarse más los israelíes en lo de apagar la luz para que así la población palestina pueda seguir muriendo sin interrupción y sin miedo de no hacer nada por el planeta y sus habitantes.Racismo, xenofobia, machismo y nacionalismo expansivo trufan los relatos de muchos jóvenes alimentados por discursos reiterativos en redes sociales. La visceralidad imposibilita la argumentación y la falacia se impone. Requiere menos esfuerzo. Como los cánticos en los estadios de fútbol. Los influencers, los actuales líderes; el marketing, el medio y el beneficio, el objetivo. Lo demás, ganas de amargarse. Sujetos elegidos para dirigir la cosa pública roban lo de todos y son posteriormente reelegidos. La corrupción como virtud y la falsedad como divertimento.