Fede de los Rios
Fede de los Rios

Nos quieren alegres

Bien es cierto que la escenificación de la alegría en algunos individuos resulta de difícil interpretación. Obsérvese si no el rostro de un católico como Urkullu

Así como el pasado 20 de marzo fue el Día Internacional de la Felicidad, –recuerden queridos lectores lo bien que lo pasaron durante las 24 aristotélicas horas de aquel sábado–, hoy es el Día Mundial de la Alegría. No nos aclaran si como sinónimo de contento, como mero antónimo de tristeza o como pasión que ayuda a perfeccionar nuestra mente y da jolgorio a nuestro cuerpo.

Esta última acepción no parece definir al contento de los católicos, en general, manifestado cuando les dicen de ir a la casa de su Señor, como mínimo todos los domingos y fiestas de guardar. O bien esa alegría dura lo que dure la liturgia, pues al salir de los inmatriculados templos, sus mentes no dan muestras de perfeccionamiento alguno y la característica rigidez de sus cuerpos permanece igual que cuando entraron. Bien es cierto que la escenificación de la alegría en algunos individuos resulta de difícil interpretación. Obsérvese si no el rostro de un católico como Urkullu hoy 1 de agosto y vuelvan a observarlo mañana lunes, el día más desagradable y triste para el asalariado, no comprobarán cambio alguno en su rictus corporal ¿Será su mente más perfecta? Quizás sí, pero la cadencia monótona en sus sermones impiden la comprobación. En la intimidad no dudo que resulta divertidísimo.

Así queridos disfrutemos de un alegre domingo frente al televisor viendo las gestas de los deportistas. Por ejemplo, la perfección de los saltitos de las alegres gimnastas «artísticas» que tras dedicar horas, días, meses y años a entrenar sus cuerpos en desarrollo, con estrictas dietas de avezados nutricionistas y cariñosos entrenadores médico-deportivos consiguen, quizás cada cuatro años, una medalla por ser la mejor entre otras dando volteretas con algún que otro mortal (curioso nombre).

Desde que el juego se volvió deporte pasamos del disfrute al sufrimiento. Lo creativo se tornó repetición a fin de conseguir el máximo rendimiento. En alienación como exige el Capital. El deportista/máquina. Así Simone Biles. ¿Mens sana in corpore sano? Va a ser que no.

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