Fede de los Rios
Fede de los Rios

Oh, el pogreso

Si el fin deseable de la evolución humana esla consecución de la felicidad, si midiéramos el progreso en esos parámetros, empiezan los claroscuros

Nadie puede negar la realidad del avance tecnológico logrado por la Humanidad; el desarrollo científico en los últimos trescientos años ha sido vertiginoso. Abrimos una cosa que denominamos grifo y obtenemos agua potable. El ser humano habita en todas y cada una de las regiones del planeta. Es la única especie animal que lo hace, gracias a su capacidad adaptativa al medio. Corremos más que el guepardo y volamos más rápido que el halcón peregrino. Del infanticidio femenino para restringir el crecimiento demográfico hemos avanzado al control de la natalidad mediante contraceptivos, separando sexualidad y reproducción. Del tam-tam hemos llegado al whatsapp como pasamos de lo crudo a lo cocido.

Tras sangre, sudor y lágrimas, con avances y retrocesos, hemos conseguido importantes logros en lo social. Los costes materiales del progreso se pueden discutir, pero es un hecho que nuestra estancia en el planeta resulta más cómoda.

Pero si el fin deseable de la evolución humana es la consecución de la felicidad, si midiéramos el progreso en esos parámetros, empiezan los claroscuros. Si admitimos que una de las principales condiciones del Progreso general es el desarrollo continuo del conocimiento humano, ahí la cosa hace agua.

Lo primero que leemos al abrir el periódico no son las páginas de economía, sino el horóscopo. Si la niña coge otitis y como los antibióticos son tan malos a esas edades, de manera inmisericorde, la llevamos al homeópata que le receta un poco de nada.

El ídolo de nuestros jóvenes ya no es el del Capitán Trueno defensor de los oprimidos, sino un youtuber de nombre raro y de habla aún más rara que gana una fortuna por ser influencer.

Las adolescentes esquimales llevan tanga y el ombligo al aire, las caribeñas calentadores en las piernas; los jóvenes, los cordones sueltos y los pantalones tres tallas más grandes y a punto de caer.

El peor instrumento de tortura para un bachiller es un libro. La religión sigue en la escuela. Abres el grifo y sale agua, pero ¿progreso intelectual? Pa’ mear y no echar gota.

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