Lo dijo claramente, allá por los finales del siglo IV o principios del V, el bereber Agustín de Hipona, santo para algunos obtusos, a la sombra de un olivo argelino: «mentir es decir algo contrario de lo que uno piensa con intención de engañar». No es un error, no estamos ante posibles diferentes versiones de una realidad percibida porque, sencillamente, no hay tal realidad que pueda dar lugar a interpretaciones. Uno es filólogo o no lo es, es abogado o no lo es, es politólogo o no lo es y si dice serlo, no se equivoca, no yerra, sencillamente miente.Tres eran tres los currículos de la joven promesa del PP, la tal Noelia; tres eran tres y ninguno era bueno. Tres versiones diferentes de declaraciones juradas procuradas por ella misma, la Ayuso de Fuenlabrada, y ninguna cierta. Toda una farsa, un fraude sostenido durante siete años en las diferentes instituciones para vivir del brillo ajeno.Licenciaturas, dobles grados, másteres en universidades centrales de Missouri y de la Columbia británica, posgrados de Harvard de fin de semana entre caña y caña, y todo sin salir de la meseta castellana, gracias a las 14 «universidades privadas», factorías de títulos y currículos para gentes de bien, de las que goza el Madrí anarcocapitalista.Dice el siempre crispado Miguel Tellado, actual boceras del PP, que la joven Noelia es un ejemplo para todos. Para todos ellos, evidentemente, que ni por un segundo dudan en utilizar la falacia como método para conseguir los objetivos. La cueva de Alí Babá, comparada con la de Génova 13, era un dechado de honradez y pundonor; en aquella tan solo había cuarenta y un ladrones; en esta el número, de los hasta ahora evidenciados como criminales, ya forman legión.La ejemplar Noelia no es sino otro caso más de idiocia moral a la que nos tienen acostumbrados los herederos del nacionalcatolicismo con ropaje liberal. Como premio para la mendaz dimisionaria Noelia, un contrato en la televisión privada para ejercer de comentarista política y tertuliana. Siempre al servicio de España. Como Montoro.