Floren Aoiz
Floren Aoiz
Idazlea, Iratzar Fundazioaren zuzendaria

Hacerse cargo, un pequeño elogio de la militancia

No hay nada más fácil que escrutar militancias ajenas desde un sofá o una cuenta de Twitter, que no es lo mismo, pero es igual. Me parece mucho más transformador elogiar el compromiso militante.

No son tiempos fáciles para la militancia política transformadora; nunca lo son, aunque a veces pueda parecerlo. El individualismo promovido por el capitalismo está tomando nuevas formas en la mutación neoliberal actual, de modo que se nos invita a ser empresarios y empresarias de nuestra propia vida, ocultando así las desigualdades estructurales y haciéndonos responsables de cuanto nos ocurre. La militancia transformadora choca frontalmente con esa subjetividad para proponer que nos hagamos cargo, pero no de una «carrera personal», ni de un «conocerse a sí mismo» sino de un reto colectivo de cambio social.

Hacerse cargo implica situarse en los antagonismos sociales, pero también tomar nota de la complejidad del espacio popular, es decir, asumir que no solo tendrás que confrontar con las élites dominantes y sus instrumentos (y asumir las consecuencias: represión, marginación, satanización, etc.), sino que tendrás que gestionar contradicciones, tensiones, miserias, decepciones y todo tipo de frustraciones. Es así como hacerse cargo se convierte en echarse una carga sobre las espaldas.

Los tiempos cambian y la experiencia militante también. La lógica del sacrificio que la ha marcado durante mucho tiempo se va combinando con la perspectiva del cuidado, que ayuda a ir más allá de la inmolación a plazos, pero militar sigue siendo una práctica que achicharra. Entre otras cosas, porque no hay nada más fácil que escrutar militancias ajenas desde un sofá o una cuenta de Twitter, que no es lo mismo, pero es igual. Me parece mucho más transformador elogiar el compromiso militante, el deseo organizado, el debate y los retos colectivos, posibles porque personas concretas asumen responsabilidades concretas, es decir, porque se hacen cargo de mucho más que de su propia vida. Sin mesianismos ni dirigismos, solo un paso hacia adelante diciendo: yo me comprometo. Pues eso, ¡que viva la militancia!

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