Floren Aoiz
Floren Aoiz
Idazlea, Iratzar Fundazioaren zuzendaria

La mano invisible no apaga fuegos

El discurso de la mano invisible sigue operando de mil maneras distintas, como cuando alguien nos dice que debemos acostumbrarnos a desplazarnos para poder recibir atención sanitaria.

Más allá de la polémica sobre si realmente Adam Smith quiso darle el sentido que luego ha tomado, la idea del mercado como una mano invisible capaz de encaminar la economía hacia la prosperidad inspira la racionalidad dominante en nuestros tiempos, por lo menos en la parte del mundo en la que vivimos. Detrás de la destrucción de la enseñanza y la sanidad públicas aparece, de un modo más o menos sutil, la concepción de que funcionarían mejor si se guiaran por esa mano invisible en vez de ser gestionadas por el Estado. En estos discursos, el Estado aparece como un freno a la libertad de empresa, un obstáculo para el emprendimiento, de ahí que la defensa de los intereses de las élites depredadoras tome forma de pugna entre el individuo y sus derechos por un lado y el Estado por el otro.

Hace mucho que sabemos que en realidad el neoliberalismo no destruye Estados, sino que los coloniza, desarticulando sus capacidades democrático-igualitarias, distributivas y preservadoras de lo común a la vez que lo fortalece en su dimensión policial y garante de la maquinaría capitalista. Sin embargo, el discurso de la mano invisible sigue operando de mil maneras distintas, como cuando alguien nos dice que debemos acostumbrarnos a desplazarnos para poder recibir atención sanitaria.

Cuando nuestros montes arden a pocos meses de unas inundaciones, ¿dónde está esa mano invisible? ¿Dónde en medio de una pandemia que arrebata vidas y lo sacude todo? Lo sabemos: haciendo negocio con patentes y empujando apuestas bélicas. Impulsando sanciones que empeoran vidas y lo encarecen todo, generando guerras de energía, de cereales, de metales y de todo tipo de materias con las que se pueda traficar. Una mano manchada de sangre decidida a cortar tantas gargantas como exijan la lógica insaciable del mercado y las ansias de poder. Una mano criminal que nos empuja al precipicio, en definitiva.

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