A la pregunta parlamentaria del diputado Jon Iñarritu sobre el fichero UCPI, el Ministerio de Interior ha contestado que es una base de datos (bastante completica, parece) para que fuerzas de seguridad y cuerpos policiales de los de uniforme, de sin uniforme, locales, autonómicos, estatales, internacionales y otros entes que no son policiales pero como si lo fueran, puedan acceder a nombre, apellidos, DNI, domicilio, teléfono, nº de la seguridad social, cuentas bancarias, datos biométricos, joyas (de bisutería no han dicho nada), bienes, coches, tatuajes, videos, audios, imágenes, cicatrices, documentos digitales y otras curiosidades de la ciudadanía que ellos consideren digna de tal atención. Eso nos han contado. Imagínense lo que, en pro de la seguridad del Estado, de la eficacia de la labor policial y otros pros del mismo pelo, ni nos cuentan, ni nos contarán. Nada que, en el fondo, no tuviéramos por seguro, con o sin confirmación del Ministerio de Interior.

Por eso quería dedicar esta columna a los miles de personas dedicadas a alertarnos sobre la existencia de la pandemia, una conspiración organizada con el fin de colarnos un virus que nos obligue a una vacuna que nos inserte un microchip por la vena para poder controlarnos. Una vacuna. Para controlarnos. No me digan que su ingenuidad no es conmovedora.