Iñaki Lekuona
Iñaki Lekuona
Irakaslea

Competir

Mañana los rayos del sol prenderán la lumbre olímpica que hacia finales de mayo pasará por Baiona en dirección a París. Según el cálculo de un gabinete independiente, cerca de 12.000 millones de euros se consumirán en el fuego de los juegos de este verano, de los que dos tercios corresponden a dinero público que no se invertirá en sanidad, ni en educación, ni mucho menos en esa lengua preindoeuropea que hace solo unos días, al calor de la Korrika, era de todos y que, ahora, parece ser solo de unos pocos, de aquellos que se manifestaron el pasado lunes frente a la Oficina Pública de la Lengua Vasca reclamando más financiación para un organismo que anda parcheando una limitada política lingüística con el mismo presupuesto de hace 7 años. Y como la antorcha olímpica pasará por Donibane, Angelu, Miarritze o Baiona, y las vallas que estos municipios prestan a la organización de Herri Urrats no irán esta vez al lago de Senpere porque las requiere el espíritu olímpico, muy necesitado de ayudas públicas. Porque un mundo sin euskara sería posible, pero uno sin Juegos Olímpicos, sin banderas, ni himnos, ni orgullo patrio disfrazado de deporte, sería el fin. Mañana, mientras alumbran una llama en Olimpia, otra seguirá ardiendo para que una lengua quizá tan vieja como los Juegos pueda seguir compitiendo.

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