Iñaki Lekuona
Iñaki Lekuona
Irakaslea

Cenizas

Esta última locura de Washington ya es parte de la Historia, como el tipo de los cuernos de bisonte

El tipo de los cuernos de bisonte ondeando la barras y estrellas en el Capitolio pareciera no tener muchos amigos, pero seguidores tiene seguro. También en Francia, donde algunos ex del Frente Nacional aplaudieron con las orejas un asalto a la democracia que recordaba aquí en cierto modo a las manifestaciones que en febrero de 1934 a punto estuvieron de cambiar el sesgo democrático de una República herida por la posguerra, carcomida por la crisis del 29 y podrida por una corrupción política que curiosamente tuvo en Baiona a uno de sus protagonistas, el estafador Alexandre Stavisky, cuyo presunto suicidio con una pistola disparada al menos a un metro de distancia llevó a un periódico a escribir aquello de «pues sí que tenía la mano larga».

Aquel invierno la extrema derecha logró movilizar a una población desesperada, enviándola a las puertas de la Asamblea Nacional con el objetivo de acabar con el sistema parlamentario. Al otro lado del Rin se estiraba y estilaba un tal Adolf Hitler, que para entonces había disuelto un Reichstag literalmente calcinado. Esta última locura de Washington ya es parte de la Historia, como el tipo de los cuernos de bisonte. Pero el asalto más temido es el otro, el de los votos, como Hitler en 1932. Trump es un muñeco roto, pero encontrarán otro que utilice las urnas para lo que realmente desean, guardar las cenizas de una tierra quemada.

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