Llega el invierno. Y no porque lo repita una popular serie que resume toda la maldad que rezuma el ser humano a la sombra del poder, y tampoco porque ayer moviéramos una vez más las agujas del reloj para adentrarnos en esa hora hibernal que se supone nos ahorra millones en energía. Ese invierno que llega es el que se anuncia desde allí donde se alza el sol, desde este punto cardinal al que se orientan los templos de esta cristiandad fracasada, desde esa franja condenada al polvo en la que se levantaron casas y escuelas reducidas ahora a un desierto que recuerda al del gueto de Varsovia. Este invierno que llega es el que se adivina también desde el ocaso, donde blancos rapados y tatuados con cruces gamadas pretenden aupar de nuevo al gobierno más poderoso del mundo a un trastornado. Este invierno que llega es el que está descubriendo Christian Tein, presidente desde el sábado del Frente de Liberación Nacional Kanako y Socialista, encarcelado en la prisión alsaciana de Mulhouse, a miles de kilómetros de Nueva Caledonia, por denunciar un sistema colonial que crea una sociedad de dos clases, la privilegiada, blanca y europea, y la otra, la autóctona melanesia. Llega el invierno. Ya conocimos otros. Y los que nos precedieron no salieron por su cuenta, solos, sino juntos, al calor de la solidaridad. Luchemos para que no se apague.