Iñaki Lekuona
Iñaki Lekuona
Irakaslea

Sostenibilidad

En tierra los espectadores hacían lo imposible por romperse el cuello sin, lamentablemente, conseguirlo. Regresarían luego a sus casas con el cogote dolorido, sí, pero con el corazón henchido de orgullo, dispuestos a darlo todo por la patria, fundamentalmente la vida y la cartera ajenas.

En plena semana del desarrollo sostenible y en un contexto de penuria energética, de guerra y de amenaza nuclear, un año más, y ya van 26 desde que la idea se le ocurriera a la entonces alcaldesa de Donibane Lohizune Michèlle Alliot-Marie, el cielo de la costa laburdina fue escenario de un «espectáculo pasmoso» en palabras de su actual máximo edil: un desfile de helicópteros del Ejército y de aviones supersónicos que además de romper la barrera del sonido dejando sordo al personal, reventaron la barrera de la moderación económica con un dispendio en queroseno, en contaminación y en euros inaceptable en los tiempos que corren. Pero no importan, porque en tierra los espectadores hacían lo imposible por romperse el cuello sin, lamentablemente, conseguirlo. Regresarían luego a sus casas con el cogote dolorido, sí, pero con el corazón henchido de orgullo, dispuestos a darlo todo por la patria, fundamentalmente la vida y la cartera ajenas. Como el ultra Dupont-Aignan, que, espoleado por la victoria del neofascismo italiano, llama ahora a una alianza nacional de la extrema derecha. Y mientras, chistes de que la Meloni es un fraude porque en realidad lo suyo no son melones. Necesitamos un holocausto nuclear, a poder ser a mayor velocidad que los cazas de ayer tarde y con gran capacidad letal. Y, por favor, que sea sostenible.

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