Irati Jimenez
Irati Jimenez
Kazetaria eta idazlea

Dejar de mentirnos tanto

No podemos permitirnos frivolizar con la verdad, tenemos que perder ese miedo buenista que se ha instalado en nuestras vidas y nos impide llamar a las cosas por su nombre

Estando de acuerdo con Orwell en que ver la realidad exige un esfuerzo constante, me preocupa que lo empleemos haciendo justo lo contrario, porque no dejo de encontrarme personas que necesitan creer en las mentiras como una maldad en la lejanía de la que nunca son testigos. Cuanto más evidente la trola, más necesitan negarla. De nada sirve que el farsante tenga el descaro de mentirles a plena luz del día. A las personas morales que suelen decir la verdad, que la mentira sea evidente y se ejecute en sus narices con descaro solo les reafirma en su demencial hipótesis de que no puede ser mentira. Si no fuera violentamente frustrante y extremadamente peligroso, sería hasta bonito.

Nos cuesta aceptar que mentir es una herramienta de manipulación, engaño y dominación tan disponible, habitual, fácil de usar y barata que cuesta literalmente el mismo esfuerzo fisiológico engañarnos que decirnos la verdad, una posibilidad aterradora a la que nunca deberíamos dar la espalda y menos ahora cuando nos amenazan las violentas mentiras del fascismo, los demenciales avances del negacionismo y el alarmante giro trumpista que ha dado la política vasca normalizando falsedades en el Parlamento y calumnias contra la alcaldesa de Azpeitia en el caso Corrugados. No podemos permitirnos frivolizar con la verdad, tenemos que perder ese miedo buenista que se ha instalado en nuestras vidas y nos impide llamar a las cosas por su nombre. La próxima vez que alguien mienta descaradamente no pensemos que hemos oído mal, no ha querido decirlo, lo ha hecho sin querer, seguro que no lo piensa y da igual porque casi ya se nos ha olvidado.  

Por autodefensa política, por amor a nosotros mismos, por el respeto que merecen la verdad y las personas que no quieren engañarnos: observemos humildemente nuestra tendencia al autoengaño y pongamos fin a esta terca costumbre de no ver lo que estamos viendo ni escuchar lo que nos están diciendo ni observar lo que está sucediendo. Tomemos una decisión revolucionaria y dejemos de mentirnos tanto.

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