Toca levantarse

De vez en cuando quiero decir. Toca levantarse. Cuando la alternativa no es estar en pie sino arrodillados, cuando las condiciones empeoran, cuando los vasos rebasan, cuando las injusticias se apilan. Hay momentos en los que toca levantarse, digan lo que digan los funcionarios grises que nos aturden a diario para que amanezcamos convencidos y nos acostemos vencidos, preguntándonos si será todo lo malo tan inevitable y todo lo bueno tan sospechoso.

Mienten, claro. Las cosas buenas son mejores. Luchar por ellas es importante, necesario, bueno y útil. No toda lucha consigue sus objetivos, pero se pueden obtener avances y siempre se consiguen de la misma manera: luchando. Sin lucha no se avanza y me temo que si no se avanza, se retrocede. Para comprobarlo, no hay más que mirarnos. No se trata de si hubo o no hubo oasis vasco, se trata de si hay desierto donde hubo agua.

Osakidetza, que solía liderar el ranking de calidad en el sistema sanitario español, lleva año y medio encabezando intermitentemente las listas de peores respuestas sanitarias a la crisis. Del TAV mejor no hablar, porque el retraso demencial en los cálculos que se hicieron públicos debería ser motivo de dimisión y es posible que el proyecto acabe –si se acaba– cuando la tecnología del ferrocarril esté obsoleta y no lo digo en broma. Las cajas de ahorros se fueron, Euskaltel lo mismo, Iberdrola ni le cuento, señora, y el Oncológico, veremos. Del Metro de Donostia no se sabe si son más demenciales los agujeros o el proyecto, y de la deriva ideológica que pueda estar teniendo lugar en la Ertzaintza mejor no preguntar nada porque, total, el consejero Erkoreka no nos piensa contestar. La receta que se nos propone es callar, como el lehendakari Urkullu cuando recibió al Rey Felipe VI para inaugurar un Ministerio de la Mentira en el que se trata como víctimas a malvados como el almirante Carrero Blanco y Melitón Manzanas.

Podría seguir y habrá que hacerlo. Pero primero, lo primero: toca levantarse.

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