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Mont Ventoux, un infierno

Iñaki Telleria

Los corredores llegan hoy a Mont Ventoux, bueno, los que lleguen. Visto de refilón, el perfil de la etapa no parece excesivamente duro. Unos puertitos de cuarta y otro de tercera antes de subir al coloso durante 20 kilómetros.

No parece excesivo, pero lo es. Es la etapa más larga del Tour, con quince días ya de carrera sobre las piernas y esos «puertitos» (cuatro) son lo suficientemente tocapelotas como para que no se vaya cómodo en la bicicleta en ningún momento.

Luego está lo del calor, un caso aparte. Mont Ventoux es un monte totalmente pelado, sin nada de sombra, donde como el día salga caluroso y no corra el viento o corra del Sur, de África, resultará un infierno. Lo he cruzado un par de veces, en días calurosos de julio, eso sí, metido en un coche y con el aire acondicionado encendido, pero me ha servido para entender que subir ese gigante es cualquier cosa menos saludable, salvo que sea haga en primavera y sin prisas.

Allí la cascó el ciclista inglés Ton Simpson, a un kilómetro de la cima. Iba hasta las cartolas de anfetaminas –se había tomado un frasco y llevaba otros dos en su maillot , dicen las malas lenguas– y reventó. También aquel era un día caluroso. Un buen aviso para los tramposos.