Me obsesionan los temas que nos obsesionan, a santo de qué nos da por hablar de pronto por todas partes de algo. Somos una especie grupal y cotilla, afortunadamente, no lo digo como lamento. El individualismo revolucionario es un chiste, y a la gente que te aclara a la mínima que quiere más a su perro que a nadie, parafraseando, supongo que sin saberlo a Lord Byron, le pregunto si su perro opinaría lo mismo. En los últimos años, nos asalta la amenaza, en forma de encuesta, de que los adolescentes que se identifican como chicos heterosexuales, concretamente, vienen bien machistas. Son el novísimo pandemónium, peores que los hombres anteriores. Eso sí que es un chiste.Yo fui encuestadora a finales de los 90, para el Gobierno Vasco. Puerta a puerta. La primera pregunta era, ¿es usted feliz? De 0 a 10. Las señoras se me echaban a llorar: crueldad institucional. Vamos, que si preguntas a chicos, ¿crees que el feminismo: a) es chachi, b) ha llegado demasiado lejos?, la respuesta es fácil que sea lo que escuchan en casa, a sus padres. Y que replique la matraca general, incluida la difusión de esas encuestas omnipresentes. La pescadilla que se muerde la cola al servicio de la reacción.Las conclusiones de un estudio cualitativo recientemente realizado en Barcelona, con entrevistas, no encuestas, a 240 estudiantes de 4º de la ESO de todo género y condición, arrojan un panorama más matizado, y esperanzador. «Estamos delante de una generación de hombres jóvenes mucho más antifeministas en el discurso que en la práctica», explica Maria Freixenet, responsable del estudio. Esto cuadra más, ¿no? Ella también dice algo que ya sabemos, que el discurso repatriarcalizante dirigido hacia ellos está muy bien organizado, para llevárselos. ¿Vamos a ponérselo tan fácil a la ultraderecha, demonizando y dando por perdidos a chavales adolescentes, cuando desde el feminismo y desde la izquierda tenemos tanto que aportarles para ser más posibles, dichosos y revolucionarios en este jodido mundo?
