Qué raro se hace escuchar a un hombre tan soso elogiando unas fiestas salvajes, hablo del alcalde de Iruñea. Claro que para él, lo mejor de los sanfermines empieza cuando nos quedamos «los de casa», es decir, hacia el 15 de julio por la tarde: me meo. También me siento extraña al oírle hablar de violencia sexual, será porque durante décadas solo las feministas hacíamos y comentábamos el reporte de agresiones a mujeres después de cada fiesta patronal. Nos ha costado muchísimo pasar de unas líneas en la sección de sucesos a la primera página, y parece que transcriben nuestras palabras, pero no dicen lo mismo si estás atenta. En su relato, los agresores nunca son hombres, son monstruos aislados. Desconocidos depredadores en la noche, nunca tu novio, tu amigo o tu padre. La causa nunca es el sistema patriarcal y la solución siempre es la cárcel. Y a las pobres mujeres tiene que protegernos el Estado...
Una de estas noches blandiblú sanfermineras, conocimos a una chica fantástica. Por curro, le tocaba pasar por Iruñea en tan tremendas fechas. Bailamos y cotorreamos desaforadas, hasta que a Luna se le hizo la hora de recogerse. No conocía la ciudad, y su residencia estaba en el quinto coño: la acompañamos, obvio. Por el camino, me habló de un asalto sexual escalofriante, de la rabia y del miedo que le acribillan desde entonces a veces. Fue precioso compartir nuestros dolores patriarcales y alegrías irrenunciables atravesando juntas la noche, en un paseo que podría haberse tornado trampa una vez más de haber ido solas. Hace cinco sanfermines, tras tropezarme con un macho muy chungo, decidí no regresar más a mi periférica casa sola de madrugada. Aunque me enardezca caminar conmigo misma mientras la ciudad duerme. No lo vivo como una renuncia, tampoco como una cabal consecuencia feminista ni como un trauma… Es un poco de todo, ese mogollón implosivo de ser mujerizada en este mundo. Lo mejor es que ya no estamos solas: estamos juntas, a ser posible revueltas, y tenemos un plan. Y yo además tengo a mi amada amiga Eukene, con la que me encanta decaer alegremente la fiesta.
Borrachas y acompañadas
En su relato, los agresores nunca son hombres, son monstruos aislados. Desconocidos depredadores en la noche, nunca tu novio, tu amigo o tu padre
