Hace un año que murió mi hermana Ainhoa, y vuelvo a traer por aquí algo supuestamente personal, algo de lo que no se considera adecuado hablar demasiado y hablar según cómo, el mayor tabú: la muerte y la no-muerte. Cuando pierdes a alguien importante, y te va a suceder más de una vez a no ser que no quieras absolutamente a nadie o que mueras sin haber vivido, ambas posibilidades indeseables, es como si no hubiera hoja de ruta. Parece algo terrible y excepcional, y obvio que no lo es, al menos no es excepcional. Así que nos pegamos la vida temiendo a lo inevitable.Hay una filósofa de la ciencia belga llamada Vinciane Despret cuyo libro "A la salud de los muertos" recomiendo sobremanera. Es iluminadora y balsámica, también desconcertante desde nuestro existencialismo de izquierdas. «La muerte como apertura exclusivamente hacia la nada es la concepción más minoritaria en el mundo», afirma ella. Ese es el problema, para liberarnos de la religión como estructura históricamente opresora, nos arrancamos toda espiritualidad. Y así no hay quien viva, ni quien muera.Por supuesto que lloré los primeros meses hasta que se me licuaba el alma, tanto que me impresiona recordarlo. Pero también fue abriéndose la luz, su luz, nuestra luz juntas. Sé que mi hermana me ha ayudado a recuperarme tras su muerte, lo sé. Nos hemos ayudado la una a la otra en este nuevo tránsito, como hicimos siempre. Y no hablo de Dios ni del más allá ni de fantasmas, hablo de que nuestras existencias nos mantienen conectadas de una manera que igual no comprendemos, pero sí sabemos.Vinciane Despret habla contra la letanía de «hacer el duelo» que nos ha invadido en los últimos tiempos desde la psicología, como no. El duelo, por supuesto, es individual. El duelo como un proceso obligatorio de aceptación que coarta precisamente ese vínculo post mortem. Hay algo que suele apetecernos mucho cuando se nos muere alguien que es seguir hablándole, en voz alta. Parece que estás loca si lo haces, o que no aceptas la pérdida. Yo ahora recomiendo seguir ese impulso atávico, seguir hablándoles.