Y llegó Trump, como Atila, arrasando y asustando a medio mundo. Ya en su discurso de investidura proclamó «a partir de hoy, la política oficial del Gobierno de EEUU será que solo hay dos géneros, masculino y femenino». Y al día siguiente, por si quedaba alguna duda, firmó una orden ejecutiva titulada nada menos “Defendiendo a las mujeres ante el extremismo de la ideología de género y restaurando la verdad biológica en el Gobierno federal”. ¿Y de qué peligros pretende defendernos Trump a las mujeres? Adivinad, cualquier feminista terfa podría chivaros la respuesta: ¡de las mujeres trans! Una minoría entre nosotras, pero una minoría históricamente discriminada y masacrada. En la práctica pretende que en los documentos federales conste el sexo asignado al nacer, da igual que lleves años funcionando en la sociedad y en los papeles con otro género. Dudo que ni siquiera pueda aplicarse tan regresiva orden, como afirmaba hace unos días en estas páginas Alberto Pradilla desde México: «el estilo de Trump se apoya en la retórica». Pero aterroriza y polariza, que es lo que pretende.Para desenchufarme de tanta zozobra propagandística, me lanzo a releer un libro-joya que acaba de publicar mi amado Miquel Missé, “Un mapa para la incertidumbre”, palabras para pensar las infancias desde otras coordenadas. «Nuestra criatura está explorando el mundo, la identidad, el juego, la relación con los demás, el cuerpo, los referentes. Está explorándose, está investigando quién es. Solo que lo está haciendo a través del género y eso es algo muy penalizado en nuestra sociedad. Así que se trata de no asustarse de verdad y de comprender que las identidades de género no son esencias, sino más bien puentes, canales, andamios, que las personas construyen para hacerse inteligibles en este mundo. Son ficciones para explicarnos en una sociedad que ordena el mundo en categorías de género como niño o niña. Pero ni son verdad ni son estáticas. La solidez es poder mostrar eso sin asustarse. Acompañar es principalmente sostener la incertidumbre».