Un tío que la peta en internet acaba de liarla halagando la técnica de unos colegas suyos para llevarse pibas al catre: salir de fiesta a zumos y esperar a pillar tías borrachas. Las feministas, que hoy más que nunca somos todas, hemos saltado: ya se sabe lo picajosas que nos ponemos las chorbas, estemos serenas, achispadas, colocadas como piojos o de resaca, con nuestra libertad y plenitud sexual en este jodido mundo misógino, feminicida y violachero. Que una de las piezas clave en este rompecabezas patriarcal que es la redefinición de los encuentros sexuales heterosexuales sea el consentimiento, lo dice todo. Lo dice todo no solo de cómo se sigue adoctrinando socialmente a los identificados como hombres a someter a las mujeres, sino también de todo lo que se pierden, y nos arrancan a nosotras, y que es la gloria de la vida: la reciprocidad, la complicidad, la preciosa intimidad y la espiral de orgasmos mutuos y risas que se dan follando. ¡La horizontalidad, el akelarre, la revolución!
En la machosfera ya hace tiempo que conspiran los autodenominados célibes involuntarios, incels. Las mujeres, y sobre todo las feministas, tenemos la culpa de que ellos no follen, y están cabreadísimos. Cabreados como los machos de siempre para servir al Imperio, vaya. Por supuesto, son supremacistas en todos los sentidos. En los USA ya se recomiendan entre ellos ni siquiera masturbarse para cargar toda su violencia contra queers, feministas, gentes no blancas y demás enemigos. Desde Putin hasta Vox, toda la reacción se parece… Me asusto, me asusto mucho últimamente.
Ay, amona, qué claro verías tú todo esto… Como aquella deliciosa tarde hace igual veinte años, yo tirada en esta habitación desde la que escribo, con mi amado amigo Juan. Nos viste odalisqueando sobre mi cama y te plantaste en el desquicio de la puerta para soltar: cada uno a su pueblo. Corrí tras de ti, nos encontramos en el pasillo. Me llamaste marrana: gracias. Yo, muerta de la risa, te aclaré que Juan es maricón, mi primer maricón de hecho. Y tú me contestaste aquel glorioso: ¡eso os dicen ahora!
Ellos se lo pierden
Que una de las piezas clave en este rompecabezas patriarcal que es la redefinición de los encuentros sexuales heterosexuales sea el consentimiento, lo dice todo
