Quedo todos los viernes con mi izeba a la gloriosa hora del vermú en una terracica de Donibane. Este placentero ritual le encantaría a la niña que fui: las mujeres que se citan en los bares me parecían interesantísimas. Este curso, además, mi amiga Eukene es maestra en el colegio público que da a nuestra terraza de los viernes y se nos une, para mayor dicha. Hasta hace unas semanas, sonaba la primavera de Vivaldi a todo trapo al acabarse la jornada escolar. Y, con los protocolos pandémicos, saliendo las criaturas ordenada y alegremente en pequeños grupos, sonaba muchas veces seguidas. Pero de pronto, empezó a escucharse en este barrio de Iruñea una canción africana, una y otra vez. Eukene me lo había contado entusiasmada: la chavalería del cole, hechizada como toda la chavalería a nivel planetario por “Jerusalema”, había pedido que su nueva canción favorita sustituyera a Vivaldi. Dado que, afortunadamente, la gente más comprometida con el cambio social trabaja en la enseñanza, les han hecho caso.
“Jerusalema” fue compuesta por dos músicos sudafricanos y se canta en zulú, tiene esa emoción profunda y colectiva que me enganchó hace ya décadas a las músicas subsaharianas, pero ha llegado hasta una escuela de Iruñea gracias a las coreografías de las criaturas de un orfanato ugandés llamado Masaka Kids. Allí bailan en grupo, descalzas sobre la tierra, entre gallinas y sonrientes, superando el dolor y el abandono. A finales de marzo, se convirtió en un himno de esperanza ante la nueva pandemia en Angola, Namibia, Ghana… El día de la Herencia Cultural, el presidente de Sudáfrica, alentó a su país a venirse arriba ante la tragedia coronavírica sumándose a este baile que animaría un cementerio. De ahí, al planeta entero.
Desde el pasado año, sabemos lo literalmente viral que puede ser algo viral. Echo de menos el mogollón y la fiesta como una energúmena. Pero, mientras tanto, crías y críos desde un corral en Uganda contagian alegría al mundo. Y es la chavalería quien decide a qué ritmo bailamos. Los locos años veinte ya están aquí, en una escuela de Donibane.
Jerusalema en Donibane
La chavalería del cole, hechizada como toda la chavalería a nivel planetario por “Jerusalema”, había pedido que su nueva canción favorita sustituyera a Vivaldi
