Itziar Ziga
Itziar Ziga
Una exrubia muy ilegal

Tan fuerte que no lo parece

Ella lo quiso de una manera que yo nunca lo quise, inocente, torrencial: fue la primera hija. Por eso nuestro aita la quebró. Yo no lo quería, pasaba de mí, me libré de que me decepcionara. Yo era de la ama, absolutamente, pero me quebró que él las quebrara. Nuestra amatxo fue capaz de construir una burbuja de amor y alegría en medio de un infierno patriarcal del que no podía escapar. Las burbujas no son sólidas, pero se multiplican en el aire. Las tres sobrevivimos dulcemente, unidas. Ahora solo quedo yo.

Casi no he escrito sobre mi hermana, era demasiado fácil victimizarla, y yo no quería hacerlo, menos aún airearlo. Sentía que se me escapaba algo de ella, de su tozuda actitud de aparente perdedora a la que le importaba una mierda ser leída como perdedora: el misterio Ainhoa. Si la desafiabas, y claro que nos desafiamos, ¡somos hermanas!, se te quedaba mirando fija, sin parpadear y sin inquina. He tardado mucho en comprender lo sabia que era, en descubrir ese tipo de fortaleza que no lo parece, de niña rota, de mujer rota y rehecha a base de construir una y otra vez desde los escombros el amor hacia sí misma. Toda mi puta vida tuve que aguantar, igual que la amatxo, que nos hablaran mal de ella, para colmo por su bien. Que estudie, que deje de fumar, que desayune, que salga, que se peine, que se le entienda cuando hable... No era un ataque dirigido solo hacia ella, siempre lo presentí; por eso me costaba tanto defenderla, defendernos, defenderme. Éramos tres despojos humillables de macho: es dolorosísimo cómo se maltrata socialmente a las mujeres maltratadas. Mi hermana fue, cuando quiso, un putón triunfante.

Muchas amigas me pidieron que les prestara a mi hermana como hermana, no es usual ser tan compinches habiendo crecido bajo el mismo horror, y en qué familia no hay horror. Te he disfrutado tanto los últimos años, hermanita, con esa mamarracha complicidad nuestra, recreada día a día, bloodymary a bloodymary. A veces nos agarrábamos de la manita en el sofá, henchidas de risa, de birra, de ternura y de victoria. Así permaneceremos por siempre.

Bilatu