Itziar Ziga
Itziar Ziga
Una exrubia muy ilegal

¡Y éramos nosotras las cotorras!

Me dejaron con él, era el nuevo novio de una amiga. O, mejor dicho, era ÉL, ese amor puro y perfecto que llevaba toda la vida esperando. Tras cuatro polvos en los que ella quiso ver un futuro rutilante, desmontó su vida en Barcelona para seguirle. Estaban de visita, me tocó a mí entretenerlo. Hacía música electrónica, era un tío alternativo. Nuestra amiga parece Debbie Harry renacida: diamantes para un cerdo. Le pregunté de dónde era, señal inequívoca de mi aburrimiento. Ponferrada. Ahí me animé, evocando a la valiente y desterrada Nevenka. Tras un silencio denso, me dijo que era superamigo del hijo del alcalde. O sea, del alcalde condenado por acoso sexual. Entendí al instante quién era para él la víctima. Mientras buscaba con la mirada a nuestras novias entre la multitud, él sacó la voz de macho para preguntarme: «¿Dónde está Nevenka?» Me heló la sangre. Fue hace 10 años, ni nos atrevíamos a soñar entonces con un Me Too. El patriarcado es a menudo aguantar a los novios de tus amigas.

Las maestras e investigadoras Itziar Garcia Garcia y Maite Sabalza Baztan me cuentan, ante unos vinos, lo que ha revelado un estudio conjunto suyo sobre las interacciones entre profesorado y criaturas, dependiendo de si estas criaturas eran niñas o niños. No son impresiones de ellas, son conclusiones extraídas minuciosamente tras desgranar horas y horas de grabación en aulas de infantil y primaria en Iruñea en clave de género. Los niños exigen y reciben más atención, hay niñas cuyo nombre no será pronunciado durante toda la clase. Las niñas aprenden a participar menos y a menudo, cuando levantan la mano para responder, un niño lanza la respuesta sin haber pedido la palabra, y la niña bajará la mano sin haber conseguido participar. Lloro. Esto es aquí y ahora. Maite e Itziar están elaborando estrategias para horizontalizar el turno de palabra desde tan tempranas edades: las necesitamos. Y, mientras tanto, chicas, ¡dejemos de soportar a tanto tío brasas! Y éramos nosotras las cotorras...

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