Qué se hace en una fiesta a la que no has sido invitada? No entiendes el idioma, no encajan tus códigos. Despiertas el interés de la que llega la última pero eso dura lo que tarda en llegar la siguiente.Hay empresarios y hay artistas. Estoy sentada en un sofá blanco, pequeño y cómodo. Caro. Más de lo que puedo imaginar. Me da miedo mancharlo o que alguien venga a reclamar su sitio. Dos tíos desde otro sofá me miran y no me ubican. Hay un piano de pared y una chimenea de escayola, todo es bonito y aburrido y en su justa medida. Hay plantas. Alguien cuida las plantas. No se si será la misma mujer que nos mantiene el vaso lleno de mezcal. Soy esa mujer. Pero ella no me mira. No está aquí para levantar la mirada. Como yo. Nadie baila en esta fiesta. Se buscan entre ellos, se reconocen y se juzgan. Hay violencia contenida y buenrrollismo. Hay gente forrada y muertas de hambre. Y dos intrusas. La fiesta es privada y pretenciosa. Las muertas de hambre tienen buena conversación pero no la emplean porque están más preocupadas en impresionar a las forradas que son de quienes depende su sustento. La relación de poder es igual de invisible que obvia. La cantidad de comida que cubre una mesa de madera alargada es obscena y nadie come. Las ricas ríen en voz alta y las pobres llevan la farlopa. Van vestidas como si pudieran pagar esa ropa. Algunos días, a mí me pasa, no estas lo lúcida que quisieras y no puedes venir aquí a plantar una bandera después de conquistar la cima. Hay momentos que las intrusas tenemos que abstraernos y disimular. Pero hoy es sábado seguramente y yo no estoy invitada a la fiesta, así que pregunto por la música. Porque es todo muy absurdo y yo no tengo nada que perder. No hay música. Nadie en la fiesta estaba echando de menos la música y la llamaban fiesta. Cometo la osadía de poner unas canciones para mí y para la otra intrusa, a todo volumen. Ahora tengo la atención que nunca quise. Y es ahí cuando si nos miramos, nos reconocemos y salimos corriendo sin despedirnos.