Ainhoa Güemes eta Zaloa Basabe Blog
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5 años desde que José Diego Yllanes mató a Nagore

Zaloa Basabe

En estos sanfermines se cumplirán 5 años desde que José Diego Yllanes mató a Nagore. ¡5 años ya! Habrá a quien le parezca que ha pasado mucho tiempo, sin embargo, hay para quien ese día el calendario se detuvo para siempre.

Los días después a la aparición del cuerpo de Nagore, víctima de la violencia machista elevada a grado máximo y ejecutada por José Diego Yllanes, la fotografía de Nagore comenzó a reproducirse en prensa y televisiones. Una chica joven y sonriente... ¡cómo no empatizar con ella! Cuando al cabo de unas semanas vieron la luz las grabaciones de las noche del asesinato en las que Nagore aparecía vestida de blanco, como todo el mundo en sanfermines, muchas volvimos a pensar “podría haber sido yo”. Del mismo modo, padres y madres se acercaron a apoyar y a mostrar solidaridad a la ama de Nagore: “Podrían haber sido nuestras hijas”.

 Esos días, entre otras muchas cosas, eché en falta las imágenes del agresor que no se hicieron públicas hasta mucho tiempo después, a pesar de que sus iniciales ya habían salido en los medios y gente cercana lo identificó fácilmente. Se lo pregunté a una periodista  que me habló de la presunción y la deontología. ¡Como si en este País supiéramos lo que significa eso!  Recordé, sin embargo, imágenes de presuntos agresores, que finalmente dejaron su calidad de presuntos para ser simplemente lo segundo. Sus aspectos, sus miradas, sus actitudes... nos las mostraban indicando que debíamos tener cuidado con ese “tipo de hombres” y así, durante años, las mujeres vivimos asumiendo un plus de peligrosidad y no dudamos en cambiar de acera o buscar algo contundente en nuestro bolso cuando (y nos pasa muy a menudo) en calles vacías , oscuras o nocturnas nos encontramos con “ese tipo de hombres”. ¿Pero a qué tipo de hombres nos refereimos en realidad? Porque igual que los verdugos tienen mil caaras, muchas veces los agresores tienen la imagen y las pintas de Yllanes: llevan tatuado el logo de Yves Saint Laurent en el bolsillo izquierdo de la camisa y calzan naúticos desde abril hasta septiembre. Si los percibiésamos igualmente como un peligro y sufriésemos un irrefrenable impulso de pasarnos a la otra acera al verlos, en algunas zonas de Iruñea al menos, os puedo asegurar que no habría pasos de cebra suficientes para garantizar nuestra seguridad vial.

 Lo que quiero decir es que  mientras tenemos muy claro cuál es el perfil de las personas potencialmente víctimas de este tipo de violencia: las mujeres –y todas y cada una de nostras pasamos por un proceso de naturalización y asimilación de este miedo (llamémoslo precaución si queréis)– ¿por qué no tenemos tan claro, en consecuancia, cuál es el perfil, el común denominador, de los potencialmente agresores?

 ¿Alguien recuerda que cuando  por fin apareció  la fotografía de José Diego Yllanes algún padre o madre exclamase : “Podrían haber sido nuestros hijos”?

 

Y es que cuando admitimos una relación asimétrica de poder tal y como es el sistema sexo-género, resulta que nadie quiere reconocer su papel de “poderoso”.  Negar que cuando hay un colectivo en situación de dominación siempre hay otro que está en situación dominante es como negar la existencia misma de una relación asimétrica de poderes. Hay hombres que se sienten incómodos y no les parece justo que se les asigne un papel de cierto poder y responsabilidad; sin embargo, tampoco es justo  (y altamente incómodo) que sus compañeras, hermanas, amigas, madres y vecinas nazcan con con unas dosis extras de miedo asignado a su sexo en cricunstancias que a menudo les hace infinitamente más vulnerbles que ellos.

 Es incómodo, lo sé. Pero mientras no realicemos el doloroso proceso de la reflexión colectiva profunda y de autocrítica al nivel más personal, en lugar de felicitarnos por la consecución de la transformación social continuaremos sumando aniversarios.

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