Ainhoa Güemes eta Zaloa Basabe Blog
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¿A quién sirve Wert?

 

Raquel (Lucas) Platero

(profe de educación secundaria e investigador de la Universidad Complutense de Madrid)

 

LA FINANCIACIÓN DE LA 'EDUCACIÓN PARA LA DISCRIMINACIÓN'

 

  Mientras se desmantela la escuela pública, se mina la autoridad del profesorado cuyos trabajos se vuelven cada vez más precarios, y las familias están pasando dificultades para enfrentarse a un curso con menos becas y comedores escolares, el gobierno dedica cada vez más fondos a la escuela privada y concertada. En mitad de esta precarización de la educación, el ministro Wert sigue defendiendo la financiación de las escuelas que segregan a chicos y chicas, y yo me pregunto ¿a qué intereses atiende este ministro de educación? ¿a las empresas privadas, a quienes formamos la comunidad educativa?

El ministro aseguraba en el Congreso que la segregación de niños y niñas en escuelas concertadas es “una opción de libertad”, argumentando no están discriminando a nadie… No sólo está ignorando nuestra legislación antidiscriminatoria, o la misma Constitución, sino que está defendiendo un sector empresarial minoritario frente a los intereses de la mayoría que pierde acceso a este derecho fundamental. La retórica de la “libertad” usada por Wert esconde obscenamente un desprecio por los derechos a la educación de nuestros niños y niñas.

En este debate han surgido argumentos que airean las supuestas ‘bondades’ de la escuela segregada, recordemos, siempre en el contexto de escuelas privadas, a menudo de élite. Por ejemplo, se ha dicho que la educación que segrega a niños y niñas se traduce en mejores resultados académicos: esto, a parte de ser una bobería, es una falsedad. Estamos entrando en un terreno de pseudociencia en el que, frente a un riguroso corpus de estudio que ha demostrado los beneficios de la coeducación, se presentan investigaciones parciales y minoritarias cuyos datos son están lejos de ser válidos. El uso de argumentos tan endebles evidencia la educación ideológica que está haciendo el gobierno del PP, y el ministro Wert en persona, con una agenda muy explícita de destrucción de la educación pública y de aplicación de valores que tienen una clara continuidad con los de la dictadura franquista, basados en la educación de las niñas –o señoritas en el mejor de los casos, y en el peor, de sirvientas- para el cuidado y lo doméstico y los estudios serios y verdaderamente importantes de los varones. 

Los ‘datos’ que se manejan en este debate sobre los beneficios de la escuela segregada están obviando cuestiones clave como que este tipo de escuelas son privadas o concertadas, a menudo no sólo confesionales sino mayoritariamente católicas, y del Opus Dei muchas veces, donde hay un rotundo sesgo de clase social. En estos datos sobre los resultados de la escuela segregada se esconden muchas malas prácticas, que son habituales en estos centros. ¿O es que no es vox populi que hay colegios privados que inflan las notas de sus estudiantes? También sabemos que es común que en caso que un niño o niña tenga problemas de aprendizaje o comportamiento, es habitual que le inviten a irse de esa escuela. ¿Y qué decir de las estadísticas de éxito de la selectividad? Si creen que determinado estudiante no obtendrá las notas deseadas en selectividad, y les puede perjudicar en los resultados de conjunto, afeando la publicidad sobre su supuesta eficacia educativa, te abren la puerta y te ‘piden’ que te vayas. 

No podemos olvidar que la escuela es un lugar de socialización básica, y segregarla es hacer del proceso educativo una burbuja irreal, y  convierte el aprendizaje en un terreno abonado para que se reproduzcan los estereotipos e ideas erróneas sobre el sexo expulsado de su escuela. La escuela segregada es sexista, transmite valores erróneos sobre las capacidades de las chicas y los chicos. Genera extrañeza y distancia sobre las relaciones con la mitad de nuestra sociedad, que se convierten en la alteridad.

La escuela pública, mixta y de calidad, con el trabajo esforzado de sus profesionales año tras año es la responsable de que las chicas estén presentes en todo tipo de estudios universitarios, que tengan buenas notas y que no sólo quieran ser profesoras, enfermeras o veterinarias. Cuestión importante cuando tenemos en cuenta cuál es el punto de partida de la educación tomando la democracia como parámetro.

Pensar que es más beneficiosa la escuela segregada es creer que los hombres y las mujeres somos ‘distintos’, del ese tipo de diferencia que permite discriminar, y que por eso debemos tener acceso a diferentes oportunidades. De fondo, este modelo está otorgando claramente a los varones todos los valores asociados a las ciencias, creyendo que están más preparados para su aprendizaje. Y releva a las mujeres a tener un papel subordinado, basándose en unas supuestas características agradables pero subjetivas, confiriendo a sus habilidades y destrezas un menor valor. Estos argumentos son incoherentes con la realidad. Las niñas no son tontas, amables o tienen buena letra por naturaleza. Las destrezas que niños y niñas necesitan desarrollar no son ni masculinas ni femeninas, ni son radicalmente diferentes.

A estas alturas muy pocos estarían de acuerdo con la segregación por raza, clase, diversidad funcional, procedencia rural o urbana, por su aspecto o cualquier otra diferencia fundamental de las personas. De hecho, es inconstitucional. Sin embargo, este gobierno quiere segregar no sólo por clase social con la inversión en la escuela privada y los recortes en la pública, sino por sexo. Hacemos todo lo contrario que aquellos países que mejores resultados educativos tienen, ¿alguien se fija qué se está haciendo en Finlandia, u otros países sin fracaso escolar? ¿dónde quedan las características de estos modelos como: el plurilingüismo, la gratuidad, coeducación, integración de las diferencias, y las fuertes inversiones en educación?

En pleno siglo XXI niños y niñas necesitan una escuela que les prepare para el mundo en el que viven, que les ofrezcan las herramientas para entender la realidad y que dispongan de los recursos suficientes para atender a sus necesidades. Los niños y niñas del siglo XXI no son una moneda de cambio entre el gobierno y la iglesia más rancia. Es vergonzoso que cuando el Tribunal Supremo dos veces rechaza la financiación con dinero público de estas escuelas, la respuesta del ministro Wert sea que optará por cambiar la ley, que está defendiendo nuestras “libertades”. Esta situación dice mucho de la salud de la democracia en el Estado español en este mismo momento.

 

 

 

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