Ainhoa Güemes eta Zaloa Basabe Blog
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¿Femenina o Feminista? He ahí la cuestión…

*Respuesta a los compañeros Laura Mintegi y Antonio Álvarez-Solís

 

Ainhoa Güemes

 

He leído con mucha atención las cartas de reconocimiento que Álvarez-Solís y Mintegi se han intercambiado recientemente a través de este medio. Quisiera reflexionar junto a ellos (con los y las lectoras) sobre algunas cuestiones que plantean en sus escritos, y lo haré centrándome en estas líneas esbozadas en sus cartas:

> Álvarez-Solís: - “Hay algo que refuerza mi confianza en usted: su condición femenina. No se trata de practicar un feminismo de nocturnidad agosteña y serpentina multicolor sino de verificar los primeros frutos de lo que los astrólogos conocen como era Acuario, que se caracteriza por el predominio de lo femenino”.

> Mintegi: - “(…) creo que lo que realmente puede aportar una mujer no es su sexo, sino su género. Un género, el femenino, que reivindica una relación más igualitaria entre las personas, más horizontal y menos competitiva, más humana, más cercana. Aunque eso, en definitiva, tiene que ver más con la ideología que con otra cosa”.

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Se dice mucho hoy en día que el feminismo ha caducado, que el feminismo está pasado de moda. Yo no me creo nada. En fin, cuando estaba escribiendo ‘El Segundo Sexo’ conservaba la esperanza de que la condición femenina cambiaría profundamente. Además, es lo que digo al final del libro. Digo:

"Espero que este libro caduque algún día". Pero no. Ni mucho menos.

Simone de Beauvoir

 

 

     En primer lugar, agradecer a Laura y a Antonio su empeño y su compromiso, tanto en el terreno político como en el literario. Os agradezco profundamente que hagais públicas vuestras reflexiones, porque me animan a seguir creando. Dicho esto, creo sinceramente que todavía nos queda mucho que discutir, madurar y consensuar en nuestro entorno ideológico sobre el tema de la feminidad, la masculinidad, las cuestiones de género, la teoría crítica feminista y cómo se aplican, en el cuadrilátero de la política vasca actual, los cambios de paradigma (planteados con el sano objetivo de desordenar el sistema de sexo-género imperante en nuestras sociedades capitalistas y heteropatriarcales).

Con el propósito de encender el debate, voy a echar mano de una conferencia ofrecida por Olga Lipovskaya, poeta y presidenta de la Agencia Rusa para Asuntos de Género, quien participó, invitada por la plataforma política feminista Plazandreok, en la cuarta edición del Festival de Cultura Feminista Feministaldia, con una ponencia titulada Arte de las mujeres: Tierra de libertad, ¿o un guetto para las amazonas? Su discurso, sin duda, subraya la importancia de las alianzas y del trabajo colectivo entre los diversos y múltiples sujetos que actúan en los diferentes espacios del campo artístico, de la academia, o de los movimientos sociales y políticos. He de decir, que mi quehacer como escritora en este medio tiene como cometido principal hacer posibles dichas alianzas, blindarlas, fortalecerlas, a la vez que, siendo respetuosos y flexibles, les damos rienda suelta a nuestras convicciones más profundas.

Lipovskaya comenzó su conferencia constatando que, lamentablemente, el proyecto socio-político de mujeres en Rusia, que comienza a partir de la Perestroika, había fracasado. El movimiento embrionario que surgió entonces alcanzó un pico a mediados de los años 90, hasta que poco a poco fue desapareciendo. Con mucho entusiasmo se organizaron dos primeros Foros de Mujeres Independientes en Dubna, en los años 1991 y 1992. No obstante, se mostraron divergencias en la comunidad feminista, es decir, se sintió la ausencia total del deseo de llegar a un acuerdo. Hay varias razones que explican esto, Lipovskaya menciona algunas de ellas. En primer lugar, la sociedad en general, y las propias mujeres en particular, no estaban dispuestas a tomar en serio el discurso feminista como una lucha autosuficiente. Al parecer, según la opinión de Lipovskaya, “hoy en día tampoco parecen estar muy dispuestas; ni entonces ni ahora el discurso feminista que se ha desarrollado en los países occidentales se ha desarrollado en Rusia (ni en la antigua URSS) en la medida necesaria”. En segundo lugar, las organizaciones de mujeres existentes no mantenían estrechos vínculos con otros sectores de la sociedad civil, debido a la completa falta de experiencia en las acciones civiles. Como resultado, la sociedad civil en el espacio postsoviético no ha llegado a formarse políticamente. Como bien dijo el escritor Andrei Bitov: "Todavía no hemos pasado de la paciencia de los esclavos a la tolerancia de los demócratas".

Sin embargo, el amplio desarrollo de los Estudios de Género fue reconocido oficialmente como una disciplina, y hoy en día está integrado en el sistema de enseñanza académica en Rusia, desde la época de Boris Yeltsin. Hay una comunidad de género independiente, que se dedica, básicamente, a las publicaciones de artículos, defensas de las tesis y a las discusiones académicas. En este sentido, “el proyecto sobre cuestiones de género puede ser considerado como no fracasado, ya que incluso a pesar de su marginalidad en nuestro medio académico, sigue creciendo en la extinta URSS, estableciendo amplios vínculos con la comunidad internacional. Aún así este proyecto no va más allá de la disciplina académica, y prácticamente no tiene ningún efecto sobre la situación en la vida real; las relaciones de género en nuestra sociedad prácticamente no difieren de las que existían en la época del socialismo soviético”.

A pesar de esta realidad, es importante resaltar que el total entusiasmo que se vivió en la segunda mitad de los 80, y comienzos de los 90 en Rusia, provocó todo un resurgimiento en el ambiente artístico vinculado a la eliminación de los medios de la censura ideológica. Consecuencia de este resurgimiento fue el desarrollo de las mujeres artistas con un discurso independiente. Desde 1990, en San Petersburgo, Moscú, y posteriormente en otras ciudades, se empezaron a organizar exposiciones, que se denominaban exposiciones de arte femeninas. Estas son sólo algunas de ellas: ZEN: La mujer como sujeto y objeto en el arte, Moscú, 1990; TekstVualnoe. Arte de Leningrado, 1990; Trabajadora, Moscú, 1990; El autodescubrimiento de la mujer, San Petersburgo, 1990; No musa, pero si creadora, San Petersburgo, 1994; entre otros proyectos. Las exposiciones provocaron una activa discusión sobre el tema de la mujer y el arte, en seminarios, mesas redondas, en los medios de comunicación. Como escribió en uno de sus artículos una participante de muchos de esos proyectos, ya fallecida artista, poeta y crítica de arte Anna Alchuk: "Los años 90 del siglo pasado fueron una época de Sturm und drang, un experimento audaz y la búsqueda de identidad para muchas artistas". En un principio, estas exposiciones de arte de temática femenina surgieron en el contexto de la libertad y de la búsqueda, propias de aquella época. El desarrollo de este tema ha conducido inevitablemente a la necesidad de reflexión sobre temas tan importantes como, por ejemplo, qué es el arte de la mujer, si existe acaso alguna diferencia entre la visión masculina y femenina del mundo, y cómo se refleja esto en el arte. Por último, se cuestionan dónde está la frontera entre arte femenino y arte feminista, “problema que aún no está resuelto”.

El comienzo del año 2000 trajo consigo un cambio en la representación del arte de las mujeres, asociado a una división cada vez más evidente entre las piezas creadas por las mujeres y los proyectos artísticos propiamente feministas. Los ejemplos que Lipovskaya muestra en su ponencia, tratan de demostrar que el discurso feminista es inherente a las artistas de diferentes épocas y generaciones, pero inevitablemente está ligado a las posiciones individuales de las propias autoras. Otra cuestión sería la posibilidad de considerar el proyecto del arte de las mujeres como no fracasado. Sin lugar a dudas, ha tenido más éxito que el proyecto socio-político, por razones objetivas:

“El arte es un acto predominantemente individual, cada artista crea en su estudio, crea libremente, de acuerdo con su discurso, su talento, su visión del mundo. Los movimientos sociales, por el contrario, requieren la acción colectiva para lograr muchos de los principios acordados, requieren una plataforma común, o si se quiere, una ideología. Sin embargo, el efecto de la ideología común siempre crea un espacio limitado, y esto, paradójicamente, es un elemento de la no libertad”. Como ya se ha mencionado, la inmadura sociedad postsoviética no tiene experiencia de la acción civil colectiva. Al mismo tiempo, el pensamiento feminista implica, en primer lugar, un acto de reflexión personal y como consecuencia la formación de una visión propia incluso de una revelación. A falta de un discurso feminista teórico en Rusia y otros países de la URSS, el feminismo no ha adquirido la condición de ideología, se ha quedado en el nivel de conciencia y acción individual. Como resultado, hay muchas interpretaciones diferentes del feminismo, pero no se ha desarrollado un debate productivo, dichas interpretaciones no han conformado una posición común sobre el fondo de la diversidad de opiniones.

Por ello, el pensamiento feminista se camufla en el marco de los Estudios de Género, “enterrado entre las paredes de las instituciones académicas”. En este contexto, las artistas comenzaron en sus talleres a reflexionar creativamente sobre la teoría feminista. Incluso en las primeras exposiciones de los 90, las autoras y las organizadoras se centraron en el análisis de los roles de género, de la identidad de género, y se preguntaban: ¿Qué es el arte hecho por una mujer? Así, en una exposición en San Petersburgo, TekstVualnoe. Arte de Leningrado, algunos autores presentaban sus obras bajo un seudónimo femenino, curiosamente, la mayoría de las obras estaba relacionada con el trabajo de tejer y coser, los materiales que usaron eran de tela (de ahí el título de la exposición: Velo). En ese ambiente artístico, empezó su carrera el ahora conocido artista travesti Vladik Monroe, que se vestía de Marilyn Monroe. En la exposición La Favorita, que tuvo lugar en el Centro de Género de San Petersburgo (organización pública feminista), y que fue organizada dentro del gran Festival de la Creatividad de las Mujeres. No musa, pero si creadora (1994), se utilizó una forma completamente nueva y única en la selección de las autoras, idea propuesta por una de las promotoras, la estadounidense Katie Baldwin. Cinco de las organizadoras nombraron cada una a su artista favorita, y éstas a su vez nombraron a la suya. De esa manera, se puso en práctica un método completamente feminista, basado en el principio de libertad de elección y la estructura horizontal. Como resultado, reunieron una amplia gama de escuelas, tradiciones, técnicas, edades, y pudieron escapar de la selección más tradicional y autoritaria, del famoso Consejo de las Artes. “Me siento especialmente orgullosa de este festival, ya que tuvo lugar ni más ni menos en una de las salas de exposiciones más grandes de la ciudadela de la cultura patriarcal, en la Unión de Artistas de San Petersburgo. Cuando fuimos a la Fundación Soros buscando fondos para imprimir el catálogo de la exposición, uno de los supervisores, un miembro del Consejo de Becas me preguntó: -¿Pero por qué el arte de las mujeres? A lo que respondí: -¿Y por qué no? Increíble, pero nos subvencionaron el evento.”

Olga Lipovskaya resume sus observaciones planteando una serie de cuestiones: ¿Tienen libertad de expresión y de creación las mujeres en Rusia? ¿Acaso disponemos las mujeres de la oportunidad, las condiciones y la demanda en la nueva realidad de mercado, mezclada con la vieja realidad patriarcal? Lipovskaya responde a las preguntas diciendo: “A pesar de algunas exposiciones, muestras en algunas galerías y publicaciones en los catálogos, el trabajo de las mujeres en Rusia sigue siendo invisible en el contexto de los grandes prejuicios y del arte promocionado por los pintores de la corte. La definición de arte de mujeres está excluida del contexto cultural ruso. La historia del trabajo creativo de las mujeres en Rusia, no sólo no está definida sino ni tan siquiera articulada. Ellas crean, ellas no se dan por vencidas, pero, lamentablemente, todavía no pueden salir del espacio limitado del territorio cedido para ellas por el patriarcado. Las amazonas vivían en sus tierras separadas y allanaron el mundo de los hombres. Fue un aislamiento voluntario. El territorio del espacio de creación de las mujeres está limitado desde el exterior, y la ruptura de estos límites se llevará a cabo. Pero ¿quiénes, cuándo y cómo van a transgredir estos límites?”

El arte básicamente depende de las leyes del mercado, y de las políticas que diseñan las leyes de dicho mercado del arte. En esta situación, la noción de éxito y talento, y la de la libertad de pensamiento; el pensamiento crítico, por un lado, y el valor de mercado por otro, no coinciden. En este sentido, Amelia Jones dice que resulta evidente que el feminismo no ha limpiado la podredumbre ideológica que existe en el núcleo del arte y sus mercados: “Digo podredumbre no porque ganar dinero con el arte sea intrínsecamente malo, sino porque es sospechoso y reaccionario fingir ora que, como es tradición, el arte tiene un valor que trasciende el capital (más típicamente de los centros eruditos del mundo artístico), ora festejar los proyectos de arte crítico que supuestamente subvierten las fuerzas del mercado asignándoles así de manera hipócrita un valor de mercado. Tal y como afirma Jones, aunque el feminismo no haya logrado destruir las estructuras machistas que continúan sustentando el mundo del arte en todas sus vicisitudes, lo que si ha conseguido en relación con las artes visuales es una aceptación a gran escala del arte femenino como algo tan viable como el masculino. Sin embargo, añade, el corolario de esta valoración del arte femenino es una valoración económica: “Volver a colocarnos en el mismo centro del problema del capital”.

Jones explica que el renacimiento del individualismo moderno, tal como se desarrolló visualmente a través de los sistemas de proyección perspectivista que se desarrollaron en la Italia del siglo XV, sitúa a un sujeto masculino implícitamente blanco en el vértice de un cono de visión, otorgándole el poder de ver y de conocer. El feminismo en todas sus formas se muestra interesado en intervenir sobre estas estructuras para desarticular a este sujeto. Como un vacío, señala la carne que lo rodea, un contorno definitorio capaz de socavar la lógica de la perspectiva única: “Como sugiere esa imagen nuclear de un vacío esquivo en contraste con la representación que hace Coubert del origen deseado, el centro de la carne abierta marca el hecho de que el proyecto estético no puede funcionar sin represión (la ocultación o el rechazo del perspectivismo bajo la apariencia de objetividad), opresión (del ‘otro’ que se representa para corroborar lo ‘mismo’) y exclusión. Así, llevado a su conclusión lógica, el impulso crítico del feminismo consiste en des-reprimir la lógica oculta de este sistema destruyendo el concepto de arte tal y como lo conocemos en el mundo occidental”.

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Mi propuesta evidentemente es la siguiente: saltemos del campo del arte al campo de la política siguiendo la pista de las preguntas planteadas por Olga Lipovskaya, y veamos qué sucede. Sin pasar por alto que en Euskal Herria, a diferencia de Rusia, sí existe un movimiento feminista políticamente articulado: en la calle, en la academia, en las instituciones. Lipovskaya, tras su conferencia, después de beberse todo el whisky del bar del festival, daba tumbos de alegría sobre la nieve, de madrugada, en las inmediaciones de Arteleku, gritando: “Me habéis dado alas”. Nos confesó que nunca había visto a tantas feministas guerrilleras juntas, que ella trabaja en soledad, con unas pocas compañeras de universidad. Aquí, en nuestro país, hemos sido capaces de aunar fuerzas y alumbrar la pasión feminista en el espacio público. Nunca nos hemos quedado en casa, haciendo gala de nuestra sumisa feminidad. No hemos permitido que nadie nos corte las alas. Lo nuestro más que astrología y tarot son palabras (arcanos) mayores. Sin embargo, desgraciadamente, se hace notar la falta de reconocimiento a los feminismos locales por parte de algunos sujetos políticos y creadores con quienes compartimos lecho ideológico. Por supuesto, nadie espera que estemos de acuerdo en todo, pero empecemos por algo, para llegar juntxs al lugar deseado. Permitámonos al menos el placer de discutir, de deconstruir(nos). Ya lo dijo nuestro polémico filósofo intempestivo: “No hay que destruir para conservar, sino para crear”.

 

 

 

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