Ainhoa Güemes eta Zaloa Basabe Blog
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¿Habéis visto la última?

 Zaloa Basabe

 

 ¿Habéis  visto la última de Pixar? ¿Y esa alemana de la que tan bien ha hablado la crítica? ¿Habéis pasado unos días de calor sofocante y os molestaba casi igual el aire acondicionado  a tope de los autobuses de línea y las piscinas hasta la bandera?

 Pues yo sí a todas, así que en una misma semana me fui al cine dos veces.

La primera, con mi hija mayor, a ver “Brave”, la última de Pixar, con una heroína escocesa, Mérida,  como protagonista. Debo reconocer que Emma Thompson estuviera implicada me daba una pereza infinita, más después de haber leído una entrevista en la que, debido a su ascendencia escocesa y a que pasa allí gran parte del año, le preguntaban por la posibilidad de independencia de la nación en cuestión. Sus respuestas eran tan vagas, insulsas y decepcionantes como sus últimas interpretaciones, apelando al supuesto modernismo para dar por zanjada la discusión entorno a los nacionalismos. Como si la independencia supusiera establecer nuevas mugas, cuando la soberanía es uno de los ejercicios de autodeterminación y libertad de los pueblos más sanos que conocemos.

Pero dejando esto a un lado, fuimos a ver la película con un pozal de palomitas al ristre. Quería que mi hija viese una película de dibujos en la que la protagonista renegase de ser princesa, se quejase de ropa que no le dejaba jugar y moverse a sus anchas, comiera con las manos, se lo pasase bien sola y tuviera un punto insolente e inocente al mismo tiempo que le hacía irrebatible. Lo mejor: su propuesta de competir con el resto de primogénitos por su propia mano y la lucha (hasta con armas) con su propio padre, haciendo saltar por los aires las jerarquías sociales y familiares (además de su discurso por la unión de los y las escocesas frente a un enemigo común). Tiene un montón de “peros” que darían para otro post, pero el pensar que las crías (y también algunas madres) salían un pelín más empoderadas de como entraron a la salas, no se escandalizaban porque una pelirroja tomara las armas y el final les parecía razonablemente satisfactorio a pesar de que muchos de los conflictos quedaran abiertos, era como para dar por amortizada la tarde.

Un par de días después, y esta vez en sesión de noche, fui a ver “Silencio de hielo” un thriller alemán, que solo por lo intrigantes que son ya de por sí los alemanes (no hay más que preguntárselo a los y las líderes europeas) ya prometía. De entrada, es de agradecer que la figura de los polis se aleje de la de los thrillers yankis, aquí no culpan a sus supuestas complejas y atormentadas vidas de sus errores y excesos en la profesión. Aquí lo hacen mal, muy mal, y punto. Sin entrar a destripar el contenido, la trama gira en torno a dos mujeres jóvenes, violada y asesinada una y desaparecida extrañamente otra, que transitaban tranquilamente en bici al anochecer. Me acordé de Mérida, que se escapaba sola a sitios oscuros y peligrosos y se moría de la risa. Me acordé también de María Jesús Izquierdo, feminista, profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona y autora de múltiples ensayos que nos advierte de la necesidad de ser conscientes de los peligros que en la sociedad actual tenemos que enfrentar las mujeres, y que disfruta polemizando sobre las contradicciones entre deseo de liberación y libertad real de las mujeres.

Recuerdo una vez, en una de sus clases, una discusión que se prolongó durante más de una hora. ¿Somos más libres cuando actuamos como si lo fuéramos? ¿Podemos, como mujeres, conquistar los espacios que nos hacen sentirnos vulnerables sin ser conscientes de los peligros a los que nos enfrentamos? ¿Hasta cuándo vivir con miedo situaciones que otros viven sin él? Izquierdo sostenía que la manera de enfrentarlo no era ignorándolo. Pero es tan incómodo e insoportable vivir temerosa de que te pueda pasar algo solo por estar en un determinado lugar, a una hora... sola. ¿Y tener que asumirlo?

¿Cómo educar ante estas dos realidades a las nuevas generaciones de mujeres? ¿Cómo decirles que tienen que apropiarse de su libertad, enfrentándose a la autoridad y a quienes se lo impidan al tiempo que se les previene necesariamente de riesgos que ni conocen?  Queremos mujeres valientes, pero coniicentes; conscientes también del miedo, de la vulnerabilidad impuesta. Un miedo que no puede vivirse como una condena, un miedo que hay que enfrentar, analizando sus causas y organizándose para ser más fuertes y responderle desde la insolencia si hace falta, pero nunca desde la inocencia y la casuística.

Si de “Brave” salimos empoderadas a pequeña escala, de “Silencio de hielo” salimos temerosas de un entorno hostil que no conoce límites.

Vale que es solo ficción y que a lo mejor le doy demasiadas vueltas. La realidad empieza ahora.

Bilatu