Ainhoa Güemes eta Zaloa Basabe Blog
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Indecentes

 Zaloa Basabe

Quien esté libre de falta e incoherencia que tire la primera piedra (o la vigesimosexta, lo importante es que esté bien direccionada ahora que todavía son gratis). El caso es el siguiente : ¿quién que lea esto no reconoce haber sucumbido a esa hiperpresente tentación de consumir medios de comunicación ultrafachas?¿quién no se ha enganchado a algún programa infame de radio e incluso ha seguido a los “pequeños talibanes de sacristía” según iban saltando de onda en onda?

 Yo soy una de esas faltonas impenitentes que no aprende ni a la de tres. Miedo me da sumar las horas que he pasado escuchándoles en la radio y la de cosas que podría haber hecho en ese tiempo... Suerte que hace unos años aprendí un truco para reconocerme enganchada perdida : en el momento en el que, al escucharles, me den ganas de defender a Zapatero, es la señal inconfundible para dejarlo durante un tiempo. Pero volvía a caer, soy una yonki de bazofia radiofónica y la metadona de los pseudoprogres me resulta insuficiente y decepcionante.

 En mi último chute, escuchando a uno de esos oráculos ultraliberales que luce corbatín de cordones sureños y habla un día sí y otro también de sus colegas de Texas  (lo que a todas luces indica que ni él mismo quiere ser español) pasé de mi ojoplatismo  anestesiante  habitual a una incredulidad espitosa.

En la versión televisada de la tertulia radiofónica, en su segunda hora de singladura, el predicador en cuestión parloteaba con la psicóloga de guardia. El tema del día : los depredadores y sus víctimas. Hablaban de los hombres que ejercen la violencia contra las mujeres como “seres depredadores” ajenos a cualquier contexto y relación asimétrica de poderes establecidos, como si fueran una especie de invertebrados supervivientes de la última glaciación con los que hay que aprender a vivir tomando unas sencillas precauciones en caso de que resulten realmente molestos. Por supuesto, las víctimas también carecen de contexto, igualito que en una película de Disney, están ahí porque son la parte de la narración necesarias para que el relato fluya. Ahí estaban, catalogando los diferentes tipos de depredadores como quien enumera tipos de arácnidos, con diferentes hábitats y variados niveles de letalidad en sus venenos, asumiéndolos como parte de un rico  ecosistema que nos dedicamos a observar y nos limitamos a aconsejar sobre posibles reacciones a las visitantes. Impresionante. Él se atusaba el bigote, que siempre adelanta posiciones una vez librado de la barba, sometiendo cómodamente a una ridícula perilla;  ella se subía inútilmente las gafas a lo largo del tabique nasal que resbalaban una y otra vez hasta la punta. Me ponía nerviosa solo de pensar que esos movimientos irritantes podían constituir un tipo de código secreto.

La irresponsable indecencia culminaba con una anécdota narrada por Alfonso Ussía en la que una mujer sufría una agresión criminal de su marido, que la arrojaba por la ventana mientras colgaba la ropa. El agresor, calificado por la psicóloga de guardia como “sufriente marido”, bebía whisky mientras esperaba la llegada de la policía cuando, tras sonar el timbre  y al otro lado  la puerta, la mujer magullada mascullaba que se había precipitado por la ventana “de la manera más tonta”. Risas del predicador y de la psicóloga, intuimos también que del propio Ussía.

Imaginad por un momento que el agredido es un hombre, al igual que el agresor. Esta sencilla variación en la narración alteraría la reacción de los tertulianos. El toque de humor, de frivolidad, de costumbrismo, lo pone la mujer. Mujer como las más de las 80 muertas en el Estado solo en este año por violencia machista. Como en la novela de su querido Miguel Delibes, al que admiran más por su faceta de cazador que como cronista de las miserias españolas: señoras de rojo sobre fondo fris. Fondo y forma, forma y estructura, estructura y jerarquía... ingeniería machista al servicio de la eliminación sistemática de la libertad de la mujer en todas sus expresiones.

Quienes, definiéndose como liberales mentan la libertad como coartada para cometer actos de injusticia social supina que garanticen su propio status quo de privilegiados a costa del sometimiento del resto, consideran que cualquer movimiento inesperado de fichas que quiebre su poder debe ser lógicamente neutralizado. ¿Cómo? Mediante el desprestigio, el desprecio, la humillación, el control, la agresión o la pura eliminación física. Así actúa el machismo cuando ve amenazado su poder hegemónico. Así suman hasta más de ocho decenas las mujeres asesinadas por violencia machista en la “España” que tanto defienden y tanto les acompleja al mismo tiempo.

Y, lejos de negarlo, se ríen de ello, lo encubren, lo justifican.... lo siguen haciendo posible.

 Indecentes.

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