Beñat Zarrabeitia

Bauman en San Mamés

San Mamés

 

Durante los últimos 30 años, los cambios sociales, políticos y tecnológicos han marcado a un mundo cada vez más poblado, hiperconectado, fugaz y distópico. Unas mutaciones que han variado las formas de relacionarse y comunicarse, estableciendo nuevas escalas de valores y referencias cada vez más globales. Bilbao y Euskal Herria no son una excepción. La ciudad, eje socioeconómico central del país, con un área metropolitana que abarca a un tercio de la población total, ha dejado atrás su estampa industrial y se ha situado también como un polo de atracción turística.

Lejos queda el Bilbao de finales de los setenta, ochenta o incluso principios de los noventa. La transformación de un modelo fabril que marcaba la identidad, actividad, demografía y carácter de la ciudad a otro de servicios. Una urbe áspera, dura, marcada por divisiones de clase, identidad nacional o filiación política en el marco de un contexto oscuro, asfixiada en ocasiones por una realidad que incluía muerte, represión, droga, paro o desmantelamiento industrial. Sin embargo, pese a las dificultades, la ciudad contaba con un profundo carácter comunitario y reivindicativo que permitió la integración de miles de personas, la solidaridad para hacer frente a largas huelgas y cierres que han impregnado el imaginario de una época o para construir desde la nada acontecimientos masivos como Aste Nagusia, Korrika o la propia Gabarra.

Lejos de la nostalgia, actualmente, Bilbao es una ciudad más amable y acogedora, repleta de nuevas construcciones -incluido el nuevo San Mamés-, muy cómoda para vivir en caso de tener la cartera aseada, con un centro cada vez más expansivo en torno a la Ría pero cada vez menos auténtica y más desigual. Eso no es óbice para que movilizaciones como las de los pensionistas o las del 8 de marzo den la vuelta al mundo. Reflejo de los cambios y preocupaciones actuales.

En el citado marco de división y sufrimiento, el Athletic ha sido el mayor referente hegemónico de la ciudad. En lo identitario, lo deportivo y desde su simbolismo cultural. Un club de fútbol que a lo largo de la historia ha sido capaz ejercer como el principal nexo de unión en su sociedad, un espacio comunitario que a través de su política deportiva -su principal fortaleza y distinción- ha sido capaz de crear un sentimiento de orgullo y pertenencia a la altura de muy pocas instituciones. Bilbao -y Bizkaia por extensión- han girado y orbitado en todo al Athletic, parándose literalmente en sus éxitos y ensombreciéndose en sus malos momentos.

 

Un sentimiento idealizado a través de una transmisión basada en el boca a boca, en momentos no vividos primero y en los experimentados después, en la mitificación de las historias contadas por nuestros mayores, por aquellos y aquellas que ya no están sobre jugadores o partidos que únicamente se pueden encontrar en las fotos. Sueños de la infancia y el convencimiento de formar parte de un proyecto deportivo único. Aquel que escenifica en un campo de fútbol un país que no existe en los mapas.

De hecho, las explosiones de júbilo de algunos de sus éxitos históricos están vinculados a momentos de gran calado en la historia del país y no se puede hablar de lo deportivo sin mencionar lo que ocurría fuera del campo. La mayoría de títulos masculinos de la historia del club son previos a 1950, mientras que los logrados posteriormente han sido hitos excepcionales. Por eso, no se pueden contar los éxitos y celebraciones de 1958, 1969, 1973, 1977, 1983, 1984, 1998, 2009, 2012 o 2016 -en hombres y mujeres- sin contar y entender lo que pasaba política o culturalmente en el país. Es imposible de separar, salvo que se pretenda desarticular un hecho social que otorga al club una gran potencia.

El Athletic es historia, identidad, familia, colectivismo, tradición e integración. Una conjunción de valores sólidos que requieren ser cuidados y mimados mediante una trabajada pedagogía. Mediante una mirada panorámica sobre un ecosistema cada vez más adverso para una institución que se mueve en la dirección opuesta a los indicadores de una sociedad de consumo cada más individualista, temporal y superficial. O lo que es lo mismo, lo que el sociólogo, filósofo y ensayista polaco Zygmunt Bauman describió en «Modernidad líquida», una de las obras referenciales del inicio del siglo XXI.

 

 

La mirada de Bauman abarca las relaciones interpersonales marcadas por la inconsistencia o el desarraigo, la ausencia de compromisos duraderos, las identidades flexibles, los cambios e inestabilidad laborales o la renovación constante de un mercado que necesita novedades de forma permanente para alimentar la era del consumismo. En definitiva, una serie de patrones cotidianos en el mundo actual, con numerosas aristas pero que en líneas generales marcan situaciones de angustia y ansiedad debido a la urgencia del corto plazo.

 

Un club que debe escapar de la inmediatez

Entre 2009 y 2019, especialmente desde la llegada al club de Josu Urrutia y Marcelo Bielsa junto a las posteriores restituciones de Aritz Aduriz y Ernesto Valverde de la mano del lekeitiarra, el Athletic ha vivido una de las etapas más fructíferas de su historia moderna. Un tiempo que comenzó con la semifinal de Copa contra el Sevilla y culminó con la abrupta y fugaz salida de Kepa Arrizabalaga. Por el camino, los títulos de la Supercopa y la Liga Iberdrola de la temporada 2015-2016, una final de la Europa League con un trayecto deslumbrante, tres finales de copa masculinas y otras tantas femeninas y siete clasificaciones europeas.

Sin embargo, la brillantez del ciclo deportivo no ha sido ajena a los cambios y actitudes definidas por Bauman en su ensayo. Y es que más allá de las celebraciones o las frases de amor eterno coreadas en el marco de las victorias, tanto en la masa social y parte del entorno como entre algunos jugadores se han percibido actitudes de desarraigo, cortoplacismo e incertidumbre.

Unas claves que deben de elevar la alerta de cara al futuro. El contexto futbolístico y deportivo muta cada vez más rápido y se acerca a momentos de cambios generacionales, mientras la ciudad y el país caminan hacia un modelo social en el que las instituciones hegemónicas como el Athletic pueden tener un papel más cercano al ocio que a la pertenencia. Es por ello por lo que el club debe ser capaz de anticiparse a los retos que se avecinan, evitando la autocomplacencia, la propaganda y el folclorismo. Si aspira a tener un recorrido sólido y coherente, su papel pasa por ejercer como vector y palanca en la cohesión social desde un prisma conceptual progresista, ser competente para contar su propia historia desde el contexto global de los logros y no desde la anécdota, explicar sus éxitos y fracasos utilizando la pedagogía y establecer un relato central que le permita seguir siendo vanguardia.

El Athletic debe huir de la inmediatez, logrando ser tan coral como concreto. Algunos de los elementos enumerados por Bauman se dejan notar actualmente en su entorno mediante una mezcla de inercias, intereses o ponderación de valores superfluos. Unas costuras que saltan a la vista al recurrir a lugares comunes para definir lo qué es el Athletic. Algunos repiten que «somos diferentes» sin concretar a quién y por qué, otros hablan de «jugar con gente de la casa» en un hogar que parece muy lejano al que Aresti definió en «Nire aitaren etxea» y algunos se refieren a «la cantera» como elemento diferenciador. Sin embargo, no son pocos los clubes del mundo que cuentan con estructuras formativas tan propias como exitosas. Así, siendo estas unas explicaciones para carriles secundarios adyacentes, no dejan de reflejar lo etéreo de algunas definiciones sobre lo que representa el club. Algo que no sería especialmente trascendente si no fuera porque se trata de una institución deportivo-social que necesita más que nadie de los citados principios sólidos, la clarificación de sus fortalezas y una mirada a largo plazo.

 

 

La experiencia histórica demuestra la necesidad de anticiparse y que el acierto conceptual desde la dirigencia acaba reflejándose en el césped. Ocurrió a principios de los ochenta y se repitió al inicio de la década que ahora camina inexorablemente hacia su fin. Por el contrario, durante los 25 años de crisis y sequía que vivió el club -con alguna excepción brillante pero discontinua- la ausencia de resultados estuvo cimentada en la falta de acierto y visión de una casta dirigente endogámica y turnista. Y esa falta de visión casi acaba con el club con telarañas en la hucha y con serio riesgo de bajar a Segunda como en 2007. Todo, consecuencia de una serie de nefastas decisiones y la asunción de la cultura de la derrota como algo natural e inexorable.

Tras el cisma entre Clemente y Sarabia, las circunstancias externas no favorecieron en casi nada al proyecto del Athletic. Un club que salvo en la no conversión en SAD y en la adquisición de Ibaigane, llegó tarde a casi todas sus citas. El mundo y el fútbol cambiaron de forma bestial en apenas 10 años. El final del derecho de retención, la entrada del Estado español en la entonces CEE (UE de ahora), el tercer y cuarto extranjero, la caída del bloque soviético o la guerra de los Balcanes con la posterior incorporación masiva de jugadores de gran nivel a La Liga, los contratos televisivos -la irrupción de Canal + primero y del PPV después- y para culminar la sentencia Bosman apenas llegaron en 10 años. Con el fin de siglo y la globalización, llegaron los primeros ecos de una Superliga habilitando una Champions de 32, la creación de nuevos mercados globales, la consolidación de la revolución tecnólogica-audiovisual y la irrupción de las redes sociales y nuevas plataformas OTT. Síntomas de un mundo cada vez más líquido e inestable, elementos que con mayor o menor fuerza han influido en el ecosistema rojiblanco.

 

Posición ante los cambios globales en el deporte: Los ricos cada vez más ricos, el resto suministradores subalternos

Con la llegada de un nuevo decenio, el desafío es mayúsculo. El escenario mundial es cambiante, con cuestiones como el Brexit a la vuelta de la esquina, y el deporte se ha convertido en un elemento de consumo con impacto global. Una metamorfosis especialmente significada en el fútbol en la que se pretende sustituir la pertenencia por el ocio y la identidad local por la audiencia global. Y bajo esos parámetros se construyen las competiciones deportivas del medio plazo. Se avecinan cambios en el fútbol pero también en la NBA, la Euroliga, el mundo del tenis o la ampliación de la MLB. En el caso del rugby, las modificaciones parece que tendrán que esperar. En todos las circunstancias, la entrada de inversores privados, la participación de las nuevas empresas tecnológicas en la difusión audiovisual y la concepción del deporte de alto nivel como elemento de consumo son claves.

 

 

En el universo balompédico, la batalla entre la UEFA y la FIFA depara nuevos episodios que en cualquiera de los casos acabarán engordando las arcas de los clubes más poderosos. Ejemplo de ello son la creación de un nuevo Mundial de Clubes con 24 equipos -8 de ellos europeos- que se estrenará en China y de una tercera competición continental que arrancarán en 2021. Asimismo, esa misma temporada, comenzará el nuevo formato de la Champions League femenina que incluirá una fase de grupos con 16 equipos para sustituir a los octavos de final y contará con derechos televisivos centralizados.

El sueño húmedo de las grandes transnacionales deportivas es contar con una Superliga europea que les permita seguir multiplicando sus ingresos y creciendo como marcas globales. Una suerte de NBA futbolística que acapare todos los focos, les permita contar con un público global, se juegue los fines de semana, convierta las competiciones domésticas en absolutamente subalternas y propicie que el resto de clubes -los excluidos en parte los de la élite- se conviertan en proveedores de futbolistas.

A la espera de que dicho anhelo de los más poderosos cuaje, todo hace indicar que se producirá una modificación del formato actual de la Champions. La disputa de más partidos, un mínimo de 14 en grupos de 8 equipos, variable que multiplicará los ingresos de los equipos participantes tanto por televisión como por premios. Es decir, su posición respecto a sus competidores locales se reforzará e incluso se establecerán también diferentes jerarquías entre los más poderosos.

Los ricos serán y son cada vez más ricos. Una selecta lista de clubes conocidos por todos, tanto que si atendemos a la reciente publicación del informe Global Sports Salaries Surveys 2019 nos encontramos a 10 equipos de fútbol como las instituciones deportivas con más seguidores en las redes sociales. Es el caso de Real Madrid, Barcelona, Manchester United, Chelsea, Juventus, Bayern, Liverpool, Arsenal y Manchester City. Reparando en el top20 también se puede incluir a Milan, Atlético de Madrid, Borussia Dortmund, Inter y Tottenham. Siguiendo con ese mismo informe, habría que incluir a otras entidades que también forman parte del grupo de clubes que más pagan a sus futbolistas: PSG (7,1 millones de libras), Everton (4 millones), Roma (3,6), Leicester (3,4), Napoli (3,1), West Ham United (3) o Crystal Palace (2,9), estos dos últimos ambos de Londres. Una relación en la que podrían incluirse otras instituciones históricas de Holanda, Bélgica, Portugal o Ucrania así como los gigantes de Estados emergentes como Rusia y Turquía. Otros como Lyon, Valencia, Bayer Leverkusen, Mónaco o Leipzig aspiran también a entrar en dicha sociedad exclusiva de forma regular.

 

 

Buena parte de los equipos mencionados están radicados en capitales y grandes urbes, polos financieros, algunos son Clubes-Estado y otros que cuentan con dueños multimillonarios -algunos procedentes de países de escasa tradición futbolística-, se disputan a los mejores futbolistas o entrenadores del mercado y en la mayoría de casos han cambiado recientemente de estadio, los están remodelando o han presentado ambiciones planes de construcción para el futuro. O lo que viene a ser lo mismo, se preparan para ser más fuertes en un escenario que parece soplar a su favor.

Su presencia mediática global es permanente, sus camisetas se pueden conseguir desde cualquier lugar del mundo con un rápido clic desde el smartphone o la vuelta de cualquier calle en el caso de una réplica por 20 euros. Las luce cualquier turista y las vemos en conflictos recónditos en los que los guerrilleros las acompañan de sandalias y un AK47. Los nombres de sus futbolistas son archiconocidos, se puede experimentar virtualmente con ellos en los videojuegos en los que también tienen las medias más altas y desprenden sus redes por todo el mundo desde edades tempranas. Dice Pablo Aimar que la generación que oscila entre los 25 y los 40 será «la última en ver partidos completos». No le falta razón, para empezar la forma o las plataformas para visualizarlos están cambiando y la querencia por los highlights, skills y mixtapes es cada vez más demandada, así como los formatos youtuber, contenidos que en muchísimos casos tienen como referencia a los clubes mencionados, no se valora lo suficiente el carácter social de algunos clubes y los jugadores son proyectados en dichos resúmenes como susceptibles de dar el salto a esos transatlánticos.

Este es el contexto en el que se mueve el Athletic, un club que atendiendo al informe anteriormente citado tiene por delante a 36 clubes que pagan más a sus futbolistas -18 de ellos en la Premier League- únicamente entre las 5 grandes Ligas europeas. A los que hay que sumar un mínimo de 10-15 que se mueven en parámetros similares. Es decir, con un sueldo medio 1,7 millones por futbolistas. Además, existen 34 entidades con estadios que tienen mayor capacidad que San Mamés -20 de ellos del más alto nivel-, además hay una docena con una capacidad similar o enfrascados en la construcción de nuevos campos con similar aforo. Mientras que respecto a parámetros demográficos hay 300 ciudades con más población que Bilbao, existen alrededor de 100 áreas metropolitanas más pobladas e importantes. Sin olvidar la competencia interna, 5 equipos de Primera en un país de 3 millones de habitantes. Un elemento que debería obligar a estudiar otros modelos deportivos exitosos de aquellos que representan el concepto «smart is powerful» como son Noruega, Uruguay y Eslovenia.

 

 

En los últimos años, la concentración de futbolistas hacia los clubes más fuertes se ha multiplicado. Los sumideros van mutando, en 2019, incluyendo al recientemente traspasado Palacios (al Leverkusen), menos de 10 jugadores han abandonado la liga argentina para firmar por clubes de las cinco grandes competiciones europeas. Mientras tanto, emergen nuevos caladeros cada vez más prematuros, prueba de ello es la prontitud con la que Odegaard o Haaland dejaron Noruega. Asimismo, aparecen renovadas referencias como el Hoffenheim o proyectos deportivo-empresariales como el Red Bull con sus sucursales en Leipzig y Salzburgo.

Uno de los casos más paradigmáticos es el del Genk, el conjunto flamenco ha visto partir a Courtois, De Bruyne, Benteke, Koulibaly, Origi, Ndidi, Bailey, Milinkovic-Savic o Aidoo. Entidades de cantera que han trabajado de forma excepcional durante años como Osasuna, Nantes, Auxerre o Southampton (Bale, Walcott, Lallana, Clyne o Cork) han sufrido deportivamente, incluidos algunos descensos.  

 

 

Ampliando el foco llegamos al escalón en el que se ha podido encontrar el Athletic, en el de los que han logrado competir al más alto nivel mientras los clubes más poderosos les despojaban de algunas de sus figuras. Es el caso del Schalke 04, el equipo de Gelsenkirchen aparece habitualmente en la lista Football Money League elaborada por Deloitte -empleada por Elizegi durante la campaña electoral respecto a ingresos potenciales- como uno de los 20 conjuntos económicamente más poderosos. Un conjunto que en los últimos 5 años ha perdido a Kehrer, Kolasinac, Goretzka, Hojberg, Baba, Meyer, Choupo-Moting, Embolo y el próximo mes de junio verá marchar a su portero joven portero Nubel, internacional sub 21 con Alemania. Por su parte, una entidad gigante como el Ajax lleva varios lustros buscando su sitio, con 4 Copas de Europa en sus vitrinas ha padecido los rigores de la aplicación de la Ley Bosman. Así, en su propio proceso formativo ha experimentado la quema prematura de etapas bajo la previsión de perder a sus mejores futbolistas al poco tiempo de superar la veintena. Ejemplo de ello son las partidas de Kluivert, De Ligt, De Jong, Younes, Wober, Davinson Sánchez, El Ghazi, Klaasen o Cillessen. El Athletic también ha sufrido los envites del mercado con un serial de salidas. Sin embargo, todavía puede presumir de un elemento diferencial: Ningún futbolista vale más que su política deportiva.

 

Nuevo tiempo, la inconsistencia como discurso de fondo

Premisas que obligan a acertar, ser cada vez más certeros, mantener la coherencia, anticiparse, apostar por la fidelización en un entorno cada vez más líquido e individualista, fomentar la integración como herramienta, establecer una fuerte simbiosis con la cultura popular -el año de los premios a Atxaga, Amuriza o Eider Rodríguez, del cine vasco o de la histórica gira de Berri Txarrak hemos visto a otros artistas en palco o vídeos, no es casualidad- y establecer un relato sólido basado en principios firmes.

 

 

El 27 de diciembre de 2018, con una escasa participación tras una campaña anodina y una marcada división en la tendencia de voto entre los socios del nuevo campo y los del antiguo, Aitor Elizegi fue elegido presidente del Athletic. Con un importante respaldo mediático, el cocinero de Santutxu es el encargado de guiar al Athletic en este escenario cambiante y líquido. Elizegi rescató para su proyecto el plan deportivo de Jainaga -Alkorta y Ayarza- e incluyó a Vázquez-Eguskiza en la Fundación tras no fructificar su sueño de articular una candidatura. Asimismo, dio cuerpo a operaciones ya encaminadas o cerradas por la anterior junta como son los fichajes de Ibai y Jokin Ezkieta o el acuerdo con Bat Basque Team.

Como es normal en cualquier nuevo proyecto introdujo una serie de cambios alternando la introducción de figuras interesantes para diferentes áreas -Urrejola, Alonso, Villacampa u otros profesionales del día a día con menor exposición gerencial- con la elección de perfiles absolutamente perfectibles y mejorables en numerosos puestos de dirección. Por el camino, el club también ha perdido a profesionales de primer orden o ADN/Valores Athletic como Markel Susaeta, Andoni Imaz, Jabotxa Fernández, Koldo Asua, Edurne Burgoa, Ritxi Mendiguren, Aritz Solabarrieta o Luis Prieto.

En su primer año ha hecho gala de una exposición permanente, activando o publicitando iniciativas interesantes como Bazkideen Hitza o Bisitatu Lezama, primando la política de gestos -muchas veces vacíos, pero conviene no minusvalorarlos tampoco-, visibilizando de forma notoria al equipo Genuine e impulsando la reforma del fondo norte. Ha dado pasos en ese sentido, aunque algunos han sido heredados -tambores-, introduciendo el safe standing y articulado cauces para la reordenación de la grada de animación. Pese a ello, la complejidad del tema, la necesidad de contentar tanto a la plataforma de reciente creación con la pactó de cara a la asamblea como a la ICHH -que desea un razonable mínimo de 2500 localidades de pie y a la que no mencionó en su comparecencia para realizar balance- no va a ser fácil. Tampoco el evitar las dilaciones tras pedir «paciencia» y poner el foco «en 2021 o 2022» incluso.

 

 

Sin embargo, pese a la propaganda, tanto Elizegi como los miembros más activos de su junta han mostrado una inconsistencia absoluta en prácticamente todos los temas estructurales, gestionando de forma errónea casi todas las crisis relevantes -Asamblea, Susaeta y Schulze/diáspora como principales estandartes de los desaciertos- durante 12 meses marcados por las constantes filtraciones mediáticas.

Lejos quedan las promesas de «consultas a los socios y socias sobre todos los temas importantes», de la desaparición del apellido VIP para  crear «el anillo cariño, el anillo de los ilustres», de las asambleas «de tres días», de la nunca abierta «Ikastola de animación» o de la llegada de los «9 jugadores» que decía tener en cartera y tampoco se sabe nada de la «mujer con experiencia internacional» que iba a dirigir el fútbol femenino o de la fecha de las elecciones de 2022 que se iba a conocer «el día después de llegar a Ibaigane». Parafraseando al mítico grupo gallego Los Piratas, «promesas que no valen nada, se irán, se perderán».

A todo ello hay que unir un serial de entrevistas sin apenas concreciones, con respuestas inconexas o frases hechas como «fútbol con valores», «merece la pena», «mirar a los ojos» o que «Europa es importante pero más importante convertir San Mamés en un estadio mítico» entre otras. Más que preocupante.

Sustentado en la sensatez que ofrece Gaizka Garitano al primer equipo masculino, el Athletic ha encontrado buenos resultados mientras que la valoración respecto a Lezama habrá que realizarla con tiempo. Ningún club necesita tanto como el rojiblanco el tener paciencia, poner a los futbolistas en el centro, anteponiendo la formación y el nutrir al primer equipo. Para ello hace falta una minuciosa labor estratégica de años, el tiempo dictará sentencia sobre la nueva etapa.

Así las cosas, el presidente ha dedicado buena parte de su tiempo al área social con una frenética actividad pública, apariciones en actos más o menos relevantes, entrevistas en los medios, aumentando la asistencia de invitados de diferente perfil en el palco y relacionándose con las peñas. Un modelo que se busca vender como cercano pero que en muchos casos no pasa del folclore anticuado y la propaganda. La elevación de aquello que se ha definido como representación institucional a un grado totémico que busca más la foto que el contenido.

 

Determinadas discrepancias al margen y consciente de que dentro de las personas que le votaron había diversas razones para un cambio, la realidad es que Elizegi se presentó a las elecciones esgrimiendo ser una especie de alternativa al establishment que supuestamente representaban Josu Urrutia y su equipo. Sin embargo, la realidad tangible es que el cocinero de Santutxu estuvo apoyado por casi todos los expresidentes e insignes directivos que formaron parte de la anteriormente citada casta endogámica turnista que introdujo al club en una crisis que duró 25 años. Asimismo, Elizegi se sustentó en sectores vinculados a asociaciones locales, agencias, medios y antiguos ediles de marcado perfil conservador, castellanoparlante y regionalista. Ambos segmentos orbitan en el triángulo formado por García Rivero, Egaña y Henao, una suerte de nueva aristocracia local desarrollada y proyectada fundamentalmente durante los mandatos de Iñaki Azkuna.

Un gremio aspiracional con numerosas apariciones en eventos de toda condición que han engrosado las páginas de sociedad de algunos diarios la ciudad. En definitiva, un perfil que ha pretendido sustituir a la antigua oligarquía de Neguri como referencia de postín, también en las juntas del Athletic de las que han desaparecido los apellidos de abolengo para dar paso a este perfil tras 7 años de paréntesis.

 

Cambios urbanísticos, demográficos y conceptuales a tener en cuenta: Imprescindible apuesta por la integración

Nada de lo que ocurre en la ciudad y el país es ajeno al Athletic. Y es que a pesar de que hay hinchas rojiblancos por todo el mundo, no se puede discutir que lo que ocurre fuera de San Mamés durante los días sin partido afecta de forma directa o indirecta al club. El estado emocional de la sociedad, el pulso social y nacional, la situación demográfica o la metamorfosis urbana acaban repercutiendo en la salud de la entidad.

Todo actor que busque ser hegemónico lo tendrá que tener en cuenta, en algunos casos para que con el paso del tiempo el reflejo no les devuelva una imagen irreconocible y en otros, en los que pretenden construir una alternativa, tendrán que renovarse profundamente desde conceptos hasta formas para resultar relevantes y creíbles.

 

 

Que lo que sucede en Bilbao esté cada vez menos relacionado con el Athletic, incluido el paso de la Eurocopa por San Mamés y la más que previsible sensación de incomodidad que albergarán muchos vecinos y socios de diferentes ideologías, rebaja el músculo del club. Es decir, si todo se parece más a lo que pasa en cualquier ciudad europea, el Athletic también acabará asimilándose. Si las ofertas de ocio se multiplican desde el mismo sofá de casa, más complicado será acudir todos los domingos a San Mamés pese a tener un carné al alcance o en una app. Si cada día hay más turistas en la ciudad y bares franquiciados, cada vez habrá menos gente interesada en lo que hace el Athletic o espacios públicos en los que compartir la retrasmisión. Si aumenta el flujo migratorio de jóvenes al extranjero, si los sueldos son precarios, si los jóvenes no se emancipan hasta pasada la treintena y si se mantiene la tasa de natalidad más baja de Europa eso afectará directamente al club. Menor corpus, peor capacidad de consumo y una población potencial cada vez más pequeña tanto para ser socio y socia como para ser jugador y jugadora. Obviamente no se trata de dibujar un perfil apocalíptico ni de estigmatizar todas las actividades mencionadas pero cabe tenerlas en cuenta a la hora de realizar un diagnóstico exhaustivo del club.

El Athletic debe de hacer una apuesta decidida por la integración. Explotar una de sus virtudes comunitarias más fuertes, la capacidad de construir identidades colectivas, igual que lo hizo en los sesenta, setenta y ochenta. Durante los últimos años, miles de personas procedentes de distintos lugares del mundo han llegado a Euskal Herria y el flujo continuará ya que la inmigración se antoja imprescindible para abordar la crisis demográfica y de natalidad que sufre el país.

 

 

Una realidad que no escapa de la desigualdad, de los ghettos o de las referencias externas. Y es que cuando la supervivencia es lo fundamental, el fútbol es más que secundario. Pese a ello, contar como una figura del peso de Iñaki Williams en forma de enganche es un activo sustancial pero no es suficiente. El club debe acercarse a dichas comunidades desde la raíz, fomentando la cercanía con el primer detalle, pasando por aquellos centros escolares que muchas veces quedan olvidados, con descuentos y outlet especiales, articulando más iniciativas, ofreciendo soluciones académicas e idiomáticas, contando la historia del club a personas que han sido completamente ajenas al mismo. Un país y un club para todos y todas.

Pretender que el Athletic sea «el segundo equipo» de miles de personas alrededor del mundo es una idea encomiable que parte de generar simpatías en torno al club. Sin embargo, la tozuda realidad indica por un lado que el mercado de «segundos equipos» está copado de clubes locales que padecen las consecuencias del magnetismo de las transnacionales futbolísticas. Es más, lo primero que debe realizar Ibaigane es reforzar su suelo, precisamente por aquello que apunta Bauman en su «Modernidad Líquida», por la dificultad de parte de la masa social para establecer un relato coherente, por la paulatina desaparición de aquellas personas que pueden ser el hilo conductor o narrativo de la historia del club y por la cada vez mayor presencia de personas que apenas han tenido relación alguna con el Athletic hasta hace muy poco tiempo. Sin ser una novedad, el caso de Kepa Arrizabalaga o las complicaciones en el caso de Unai Núñez pueden servir con señal de alerta. La clave pasar por reforzar vinculos desde la primera capa de cebolla, de manera troncal, yendo a la raíz y reforzando la identidad propia de forma marcada.

 

El gran salto del fútbol femenino

También se avecinan modificaciones en el fútbol femenino. Los cambios y expansión de la Champions League, la ampliación de participantes en el próximo mundial de 2023 o la llegada del Real Madrid dan algunas pautas. Es un fenómeno emergente, lo que provocará una mayor inversión en los próximos años a nivel global. Repasando la relación de clubes que están disputando la presente edición de la máxima competición continental aparecen Arsenal, Atlético, Barcelona, Bayern, Olympique de Lyon, PSG o Wolfsburgo, sin olvidar a los ya eliminados Juventus, Besiktas, Fiorentina o Anderlecht. Una realidad que se mimetiza y que se manifiesta en todos los ámbitos deportivos en los que dichas entidades tienen representación. Ejemplo de ello es que 13 de los 18 equipos de la Euroliga de baloncesto tienen estructura futbolística.

 

 

La salida de Irene Paredes rumbo al PSG supuso un anticipo de lo que está por llegar. El futuro podría deparar más casos en un club ha trabajado la base de manera excepcional -no hay más que ver el número de campeonas de Europa y del mundo en categorías inferiores- pero que se enfrenta a una nueva realidad. Un modelo bidireccional en el que el club deberá seguir siendo competitivo mediante de la formación de futbolistas, manteniendo un vestuario equilibrado evitando salidas y realizando fichajes. Por ejemplo, los de las labortanas Sophie Istillart y Chloe Zubieta, dos de las mejores opciones que tiene en el mercado.

El Athletic ya acometió a la profesionalización, pero ahora tiene nuevos retos por delante. Para empezar, feminizar mucho más el club, con más mujeres en puestos de responsabilidad, entre ellos, a medio plazo, ocupando la dirección deportiva y el puesto de entrenadora del primer equipo femenino y con una mayor presencia de las exjugadoras de forma troncal. Quedan muchos retos y la autocomplacencia no es una opción.

Volver a jugar en San Mamés es necesario -con una organización mejor que en el partido del récord de enero de 2019-, sobre todo porque sirve para dar entrada a numerosas niñas que ansían referentes femeninos y permite a gente con menos opciones económicas acudir al campo, pero el reto fundamental pasa por llenar primero Lezama cada 14 días. Un club con 5 Ligas menos de 20 años sueña con su primera Copa, objetivos reales y no anecdóticos como los torneos de verano.

 

 

Gure arbasoen etxea, gure seme-alabena izan dadila

En algunos discursos se intuye la tentación de construir una agradable marca blanca que resulte simpática en los marcos que desean la caída del proyecto deportivo del Athletic no deja de ser un pensamiento naif que convierte de facto al club en una bonita pieza de museo o en un animal tan exótico como inofensivo. Vienen curvas y hay que prepararse. Para ello, el club debe reforzar su identidad desde la raíz y la base, de la primera a la última capa de su sociedad.

El Athletic es creer, crear, persistir, resistir, caer, levantarse, ganar y perder. Una idea común que debe de seguir siendo gure aita/ama/anai/arreba/ahizpa/aitite edo amamaren etxea y lo debe ser también de nuestros hijos es hijas, lo más pegado a su comunidad posible, ejerciendo de tractor. Siendo fiel a unos principios sólidos y coherentes, maximizando sus fortalezas, con una mirada estratégica a largo plazo, elevando la autoexigencia, sin titubear ante la zozobra, la apatía o la inmediatez.

Sin embargo, siendo conscientes de que se están manifestando signos que invitan a la preocupación, el Athletic no deja de ser un antídoto o señal de rebeldía ante la «Modernidad líquida» que define Bauman, un proyecto deportivo que requiere de compromiso, militancia, implicación, comunidad y legado. Como dirían los ya legendarios Berri Txarrak, «ez dadila haria eten».

 

Beñat Zarrabeitia / Periodista y socio del Athletic Club

Pd: «No hay otra alternativa que intentarlo, e intentarlo y volver a intentar”, Zygmunt Bauman