Iñaki  Soto
Iñaki Soto
GARAko Zuzendaria / Director de GARA

A modo de balance

Creo que la prensa internacional ha acertado al hacer la lectura del resultado de las elecciones del pasado domingo. Ha puesto el foco en dos temas: la mayoría abertzale en el contexto generado por el acuerdo en Escocia y la manifestación de la Diada en Catalunya, por un lado, y la espectacular irrupción de los independentistas de izquierda a un año de la Declaración de Aiete y la histórica decisión de ETA, por otro.

La izquierda abertzale «dejó» el Parlamento de Gasteiz con siete escaños y vuelve con veintiuno. Que no se sulfuren por este dato quienes acusan a la izquierda abertzale, obviamente desde trincheras ajenas, de querer fagocitar a sus compañeros de viaje. Cuando digo que la izquierda abertzale triplica su representación lo que planteo es que el valor de esa multiplicación no es meramente numérico, sino sobre todo cualitativo. Y que no es partidario, sino popular. Porque en ese camino, a la izquierda abertzale le acompañan: una formación socialdemócrata que cuando la izquierda abertzale perdió su representación en Gasteiz era socia del gobierno del PNV, Eusko Alkartasuna; un partido anticapitalista cuyo líder era entonces parlamentario de Ezker Batua; una formación que proviene de un cisma que entonces se produjo dentro de la izquierda abertzale, como es Aralar; y un buen número de personas independientes que han considerado que en este momento histórico si te preguntan si puedes aportar tu conocimiento y tu esfuerzo a este proceso decir que sí es una obligación moral.

Pero no solo eso. Todas esas fuerzas políticas son parte de un acuerdo estratégico que tiene el conjunto de Euskal Herria como referencia territorial y política, la justicia social y el reparto de la riqueza como banderas, el derecho de autodeterminación como punto prioritario en la agenda y la voluntad de construir un Estado vasco en el marco europeo como proyecto estratégico. Son los protagonistas de lo que se ha denominado nuevo tiempo político, sus principales promotores. Ese acuerdo está alineado, además, con una hoja de ruta apoyada por parte importante de la comunidad internacional para la resolución del conflicto. Todo ello se ha traducido en una coalición que no es meramente electoral, que tiene un profundo sentido político, que es el punto de partida de un frente amplio para garantizar los derechos del pueblo vasco como nación y de sus habitantes como ciudadanos libres. Por lo tanto, la importancia de la irrupción de EH Bildu en Gasteiz va mucho más allá de la multiplicación de la representación de la izquierda abertzale como tal. Creo que si se revierte este análisis y se pone en el punto de partida a EA, Alternatiba o a Aralar, la valoración perdura, tiene el mismo valor o uno aún mayor.

No obstante, hay a quien dentro de la izquierda abertzale estos resultados no le parecen lo suficientemente buenos. Dentro de ese grupo están quienes, por responsabilidad, consideran que hay que hacer una autocrítica. Me parece correcto. En ese sentido, tengo un par de aportaciones, siempre desde el respeto. Antes de nada quiero advertir que no voy a entrar aquí a una valoración por territorios. En general, los datos de EH Bildu son buenos, diría que muy buenos. No obstante, es evidente que EH Bildu no ha logrado arrancar demasiados votos a la abstención o a otras fuerzas políticas. En el caso de Gipuzkoa, incluso se puede decir que ha activado voto ajeno. Aquí el PNV ha recogido los frutos del frente anti Bildu, pero sobre todo ha ganado el establisment (medios de comunicación, empresas constructoras, cargos y estructuras retenidos desde al anterior gobierno). Creo que EH Bildu no ha logrado transmitir a otras capas de la sociedad la ilusión de un momento realmente histórico y, en algunos momentos, sobre todo al final de la campaña, no ha logrado marcar la diferencia efectiva, real, entre su propuesta y su candidata y los del bloque gris. El perfil bajo con el que se ha desarrollado la campaña no ha ayudado en este sentido, aunque haya podido ser positivo en otros. Muchos hablan también de problemas de comunicación por parte de las instituciones en las que ya gobierna Bildu. Creo que en parte es una crítica acertada. Controlar el discurso y comunicar no son incompatibles, siempre y cuando se den en dosis equilibradas. Pensar más en lo que no hay que decir que en qué es lo que hay que transmitir es un error comunicativo profundo, parte de una inercia que no tiene sentido cuando se ha logrado el grado de cohesión que tiene EH Bildu. Una cohesión que se caracteriza por lo que algunos denominamos ser «más que una coalición».

Dentro del grupo de los insatisfechos también están quienes consideran que la base de la nueva estrategia de la izquierda abertzale es la «amortización» de ETA como agente político, y poco más. Persiste en este grupo, heterogéneo e incluso contradictorio en la medida en que algunos viven esa «desaparición» de ETA como una pequeña tragedia y otros como un gran alivio, una perspectiva básicamente insurgente. Hay quienes creen que, igual que antes por medio de la victoria militar, ahora desde la victoria «civil», los ciudadanos tendrán un día una especie de Epifanía que les hará entender que este es un pueblo oprimido y que el capitalismo es el más cruel de los sistemas político-económicos. Y se rebelarán, antes con las armas en la mano y ahora con un voto que les llevará, en un primer día, a votar masivamente a esta opción política y el día siguiente –literalmente, no en un sentido figurado– a votar por la independencia. Así, espontáneamente, en masa. Y se tomarán los palacios, y se despegará la moqueta del suelo, y se lanzarán los sillones por las ventanas y en su lugar se colocarán incómodos asientos de skay y de teca; o eso o todo lo contrario, según los sueños del proponente. Ya sé, esto es una caricatura, que nadie se sulfure. Pero creo que la idea original, la de que hay gente que cree que con «el fin de ETA» ya está todo hecho o desecho, tiene su peso en quienes tras las elecciones se han rendido al neopesimismo. Creo que esas personas no eran conscientes de que en esta nueva estrategia el cambio requerido era aún mucho mayor, también que todo ello requería más compromisos por parte de más personas, y no al revés.

Sin embargo, hace mucho tiempo que la izquierda abertzale en su conjunto abandonó esa estrategia. Como mínimo desde la Alternativa Democrática. Una vez que asumes que aceptarás lo que diga la sociedad libremente, sea lo que sea, tu mayor fortaleza política es esa, no otra. Otra cuestión es que hasta hace poco no se hayan hecho efectivas las consecuencias de ese cambio. También que aún queden muchos cambios por hacer. Revertir la correlación de fuerzas establecida durante las últimas cinco décadas en Euskal Herria, tanto electoralmente como socialmente, requiere de mucho trabajo, tiempo, talento, compromiso… incluso de mucho dinero. Vertebrar un país que ha sido negado, despiezado y desarticulado durante décadas requiere otro tanto de lo mismo. Todo eso y aprovechar las oportunidades, tanto endógenas como exógenas, que se presentan o puedas generar. En ese camino, creo que los resultados del domingo pasado son tan buenos como los considera la prensa internacional.

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