El modus operandi del brutal ataque a la sala de conciertos de Krasnogorsk ya apuntaba a las pocas horas a la hipótesis del yihadismo, más cuando tras el tiroteo indiscriminado contra los asistentes al acto fue seguido de explosiones y de un gigantesco incendio.
Habrá que esperar a que se vayan despejando las circunstancias del atentado. Y es que la Policía rusa aseguraba que busca a sus autores, lo que da pie a pensar que, cuando menos algunos no se inmolaron, tradicional y sobrecogedor método con el que los yihadistas ponen la firma autosacrificial y narcisista a sus acciones. No obstante, no sería la primera vez en que un comando yihadista huye o trata de huir para perpetrar más adelante otra accion.
Con la debida prevención y cautela, la reivindicación por parte del Estado Islámico (ISIS) parece despejar las primeras dudas sobre su autoría y, sin olvidar el inconsolable dolor de víctimas y familias, y de la sociedad rusa en general, provocó un suspiro de alivio tras su publicación en telegram por su agencia Amaq.
Porque Rusia había apuntado inicialmente a la autoría de Ucrania o de las milicias rusas que se han alineado con Kiev para luchar contra el Kremlin.
La reacción del servicio secreto ucraniano (SBU), que fue más allá de desmentir relación alguna con el ataque y lo calificó de autogolpe ruso para justificar posteriores represalias recordaba de forma preocupante a la guerra de propaganda y contrapropaganda que conforma un frente paralelo en todo escenario bélico.
El nerviosismo en las reacciones de primera hora tiene su explicación en un contexto, el de´la escalada del conflicto de Ucrania. Rusia ha sufrido ataques contra sus territorios fronterizos y sus refinerías en la reciente campaña electoral. Y ayer mismo el Kremlin asumió que su `operación militar especial' es una guerra de la que responsabiliza a Occidente. Y lanzó horas antes uno de los mayores ataques contra las infraestructuras ucranianas.
Lo que no justifica exabruptos y llamamientos a la ley del talión de personajes como el expresidente Dimitri Medvedev, cuya afición a la bebida, similar a la del finado Yeltsin, es inversamente proporcional a la mesura y supuesta condición de político liberal que le atribuyó en su día Occidente presentándolo como alternativa a Putin.
Seguro que hay halcones rusos que preferirían que la autoría hubiera sido ucraniana para justificar la operación final contra el país vecino.
Cuando, más allá del modus operandi del ataque, las razones, que no justificaciones, para atacar a Rusia le sobran al ISIS, desde la implicación militar rusa en Siria hasta el padrinazgo del Kremlin sobre los regímenes golpistas en el Sahel que luchan contra el yihadismo.
Esperemos que no haya sectores en Rusia que repitan el mantra aznariano de que 'los autores del crimen no viven en montañas y desiertos lejanos'