Dabid Lazkanoiturburu
Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea

Al larguero

 

 

 

 

Sin olvidar el drama de los dos civiles polacos muertos, un suspiro de alivio ha recorrido el mundo al descartarse la acusación de que el misil que impactó al otro lado de la frontera fuera un ataque deliberado de Rusia y tras cobrar fuerza la hipótesis de que podría tratarse de un misil del sistema de defensa antimisiles ucraniano, ni siquiera de restos de un misil ruso interceptado por este, tal y como aventuró un periodista testigo del suceso. 

Sorprende, en este sentido, la irresponsabilidad de la propia Polonia y de las Repúblicas Bálticas a la hora de acusar precipitadamente a Moscú. 

Vale que la traumática experiencia histórica de esos países con el vecino ruso les predispone a una inquina que raya la rusofobia más abierta –aunque quizás habría que recordar que, siguiendo con la historia, hablamos de una rivalidad ancestral, con invasiones, guerras y ocupaciones respectivas–.

Pero nada justifica que esos gobiernos airearan sin prueba alguna una acusación que llevaba automáticamente a invocar el artículo 5 de la OTAN, que le obliga a actuar en caso de ataque a uno de sus miembros, con el riesgo de una conflagración a escala mundial. 

Ucrania insiste, contra todas las evidencias, en que se trató de un ataque ruso, lo que se enmarca en la denunciable pero lógica propaganda de un país en guerra, e invadido. Aunque está claro que el gobierno Zelenski le ha tomado gusto a eso de pasarse de frenada, algo que sus aliados occidentales, sobre todo los europeos, deberían tomar en cuenta.

Pero el hecho de que Rusia no haya tenido nada que ver en el "incidente" tampoco debería hacernos creer a pies juntillas la hipótesis de una provocación que hace el Kremlin, cuando insiste en que no lanzó operativo alguno en la zona fronteriza en cuestión. Pura réplica propagandística.

Porque es evidente que Rusia tiene una responsabilidad primigenia en lo que está pasando, con una guerra de agresión ilegal y con unos bombardeos, como los de ayer, con los que busca dejar sin luz,  agua y calefacción a Ucrania para sojuzgar su resistencia.

La atribución de responsabilidades incluye a EEUU y a sus aliados occidentales, embarcados en una guerra por procuración en un escenario en el que cualquier chispa puede desatar un incendio de proporciones bíblicas.

Esta vez el balón ha pegado al larguero –valga el símil futbolístico en vísperas del Mundial de Qatar-. Pero nada excluye que alguien, desde su nivel de responsabilidad en cascada -y por tanto,  no matemáticamente equiparable-, acierte entre los dos palos.

Y ese "gol" supondría, quizás, el final del partido. Para todos.

Bilatu