Dabid Lazkanoiturburu
Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea

China, un país, tres problemas

La advertencia de Biden a China sobre una eventual anexión por la fuerza de Taiwán en plena guerra en Ucrania evidencia tres problemas de difícil resolución pacífica y práctica y que afectan, el primero a Washington, el segundo a Pekín y el tercero a ambos.

En 1972, y en el marco de la iniciativa de Henry Kissinger que derivó en los acuerdos Nixon-Mao para normalizar relaciones, EEUU asumía, a cambio de acentuar las divergencias entre China y la URSS, la victoria de la China continental frente a Taiwán (antigua Formosa), donde se refugiaron las derrotadas fuerzas nacionalistas del Kuomintang.

Washington reconocía la existencia de una sola China, la comunista, pero lo hacía a regañadientes – no en vano había apostado en la guerra civil por el Kuomintang de Chiang Kai Shek­–. La desaparición de la URSS no ha hecho más que acentuar, en la práctica, el apoyo, militar y político, de EEUU a la isla. Y cada vez con menor disimulo.

Precisamente esa condición isleña y la inercia de más de 70 años de independencia «de facto» hacen que Taiwán sea un problema de difícil solución para las ansias reunificadoras de Pekín.

Taiwán no es Hong Kong, donde una eficaz campaña de represión y los errores de los hongkoneses «pro-occidentales» han permitido a China acabar, también «de facto», con la solución temporal que se dio en llamar «Un País, Dos  

El tercer problema es bilateral. EEUU trata por todos los medios de evitar la lenta emergencia de China como primera potencia, a la que Pekín ha puesto fecha en 2050.  La pugna, con un solo vencedor, se juega también por delegación en Ucrania

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