Dabid Lazkanoiturburu
Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea

De filias y fobias polacas

Poca simpatía puede generar la Polonia del (único vivo) gemelo Jaroslaw Kaczynski –como la Hungría de Viktor Orban–, una suerte de regresión en el tiempo que mezcla lo peor de la tradición católica ultraconservadora y de la mala digestión, nostálgica por tanto, del autoritarismo estalinista.

El resultado es un engendro político xenófobo, contrario a la lucha por la libertad que protagoniza estos tiempos – de la mujer, sexual...–, poco respetuoso con los usos y costumbres  de la ­–demasiadas veces más teórica que real– separación de poderes judicial y ejecutivo,  y que trae de cabeza a la UE.

Pero, sin poner en duda los mecanismos que Bruselas puede y debe utilizar para responder al desafío– a falta de provisión en tratado alguno de un procedimiento de expulsión puede cortar las ayudas y subvenciones y dejar al país sin derecho a voz y voto–, convendría ir más allá y escarbar en las razones por las que un país como Polonia ha podido llegar hasta aquí.

Junto con su odio visceral a Rusia –motivos no les faltan– los polacos son muy celosos de su independencia ante una UE a la que identifican con Alemania –su otro enemigo histórico–, que fue la impulsora, por motivos económicos –mercado y mano de obra barata– de la ampliación de la UE al centro-este de Europa.

Si a ello unimos el desprecio de la élite europea, y de los anteriores y eurófilos gobiernos de Varsovia, al polaco de a pie y a sus difíciles condiciones de vida –extensibles a toda Europa Oriental– ahí tenemos una explicación, que no comprensión, de lo que ocurre.

Y una ardua tarea por hacer por parte de las instituciones comunitarias.

¿Por qué, si no, el PiS de Kaczynski y de Morawiecki gana, desde 2015 e incluso antes, las elecciones? Porque vende conservadurismo rancio y ayuda–auxilio social en el mismo paquete. Dos por uno. Y así nos va.

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