Dabid Lazkanoiturburu
Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea

Desmond Tutu: la conciencia sudafricana, contra el Apartheid y más allá

Ariete contra el Apartheid en Sudáfrica –sería distinguido por ello con el Nobel de la Paz en 1984–, Desmond Tutu había sido testigo de la brutal represión de las protestas estudiantiles de 1976 –cientos de muertos– durante su estancia en Soweto, inmenso barrio-gueto donde vivió tras ser nombrado un año antes decano –el primer negro– de la catedral anglicana de Johannesburgo.

Nombrado en 1977 obispo de Lesoto, no dudó en alinearse con el movimiento de de la Conciencia Negra y lideró la campaña de manifestaciones pacíficas contra el régimen segregacionista, mientras abogaba abiertamente por la imposición de sanciones al régimen de Pretoria.

Pese a sus convicciones, y mientras miles de militantes negros purgaban su lucha con la cárcel u optaban por la lucha armada contra la opresión de la minoría «afrikaner», quien en 1984 fuera nombrado arzobispo de Ciudad del Cabo se libró siempre de acabar en prisión precisamente por su ascendiente religioso.

Esa circunstancia, la de ser intocable, forjó en él una personalidad situada por encima de los compromisos y las contradicciones que genera tanto la lucha contra el poder como, sobre todo, la propia gestión del poder.

Lo que le permitió criticar duramente –y a lo que se ha visto premonitoriamente– el incipiente arribismo de la ANC a su llegada al poder en 1994. Crítico con la gestión de los sucesivos gobiernos de la pandemia del sida y por la creciente corrupción, que tendría su colofón bajo la presidencia de Jacob Zuma, Desmont Tutu anunció en 2013 que no votaría por la formación liderada en su día por  su gran amigo y ya retirado Nelson Mandela. «No he luchado para expulsar del poder a los que se creían dioses de pacotilla para reemplazarlos por otros que piensan lo mismo», aseguró. Ya enfermo, «Madiba» moriría a finales de aquel año.

Ello no obvia la valentía de un pequeño hombre que sufrió de niño poliomelitis, de un arzobispo anglicano que  tampoco dudó en desafiar a su iglesia al defender los derechos de los homosexuales («yo no podría venerar a un Dios homófobo») o el derecho a morir con dignidad. Sus aceradas críticas a China y en defensa del dalai lama, en quien personificaba las ansias de libertad del pueblo tibetano, generaron más de una turbación a la real politik sudafricana y sus buenas relaciones con el gigante asiático.

Sin pelos en la lengua, su contundencia iba de la mano de una eterna sonrisa. De ahí que fuera conocido como «The Arch» (El Arco). Afilado y firme en sus convicciones, pero a la vez elástico y tremendamente humano. «Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor. Si un elefante tiene su pie en la cola de un ratón y dices que eres neutral, el ratón no agradecerá tu neutralidad».

Un ejemplo para el mundo. Más alla de creencias.

 

 

 

 

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