Habrá que esperar a ver hasta dónde alcanza la nueva alianza anglosajona AUKUS –para algunos llega demasiado tarde– pero, más allá del suministro de submarinos de propulsión nuclear a Australia, el pacto confirma el giro hacia el indo-pacífico de EEUU, una de las razones geoestratégicas aducidas por Washington para salir del lodazal afgano.

Con Oriente Medio en plena implosión, y con Israel como garante de sus intereses, cada vez menos petroleros, en la zona, EEUU tiene en el punto de mira a Pekín y a su consolidación, paso a paso, como inminente potencia económica hegemónica, lo que lleva aparejado su creciente músculo militar en el Mar de China oriental.

El AUKUS, con el desplante a la industria submarina francesa, confirma lo que quedó evidenciado en la retirada de Afganistán: EEUU no cuenta con la UE, al punto de que no es que no le invite sino que ni le informa de sus decisiones estratégicas.

Hora es de que Europa se dote de una política de defensa –militar, por tanto– común. Pero, para ello, y además de superar complejos y veleidades bienintencionadas de sus opiniones públicas, debería antes definir cuales son sus objetivos geopolíticos. ¿Cómo tratar con China, con Rusia, con los propios EEUU? Sin ese análisis previo lo demás es puro desiderátum