Dabid Lazkanoiturburu
Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea

La opinión política responde a una fórmula matemática

Agotado por la imposible tarea de comprender cómo es posible que acontecimientos similares generen opiniones políticas tan diversas, cuando no opuestas, he decidido buscar respuestas en una disciplina en principio tan alejada de la ciencia política como las matemáticas.

Y me he topado con la fórmula X= Y-P.

Me explico.

Y es un país cualquiera, X es otro país cualquiera situado formalmente en sus antípodas ideológicas. Y P es el juicio ideológico apriorístico –algunos lo llamarían prejuicio–.

Imaginémonos un país, X, que encarcela a candidatos opositores, Y un país, Y, que, haciéndolo, gana las elecciones de calle.

Otro país Y reprime las manifestaciones opositoras dejando un reguero de cientos de muertos. X, por su parte, también lo hace aunque de forma más preventiva y quirúrgica, impidiendo, de facto, la expresión opositora.

Cambiando el orden de los factores –realmente no altera el producto–, resulta que Y utiliza a los tribunales para desgastar al rival político. X hace lo propio pero va más allá logrando que los jueces legitimen hasta un golpe de Estado palaciego o institucional.

Podríamos seguir poniendo ejemplos hasta el infinito pero basta con seguir las noticias en todo el espectro mediático mundial.

Se argüirá que este esquema presupone que X e Y son idénticos. No es verdad.

X e Y tienen sus diferencias, por supuesto, pero lo que les une es P, que es igual a uno y otro lado. Es el prejuicio ideológico el que les iguala.

Al punto de que ante una misma acción que califican como inaceptable y condenable en Y, los seguidores de X reaccionan con un silencio elocuente, cuando no cómplice, e incluso con un alineamiento tan desacomplejado como nervioso, cuando las críticas afectan a los suyos. Y viceversa.

No me pidan que identifique a X y a Y. No es que me niegue por autocensura, vaya por dios. Es que si algo aprendí de una asignatura que se me hacía tan farrragosa es que las matemáticas son pura abstracción. Casi tanto como la política.



 



 

Bilatu