Dabid Lazkanoiturburu
Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea

Renaud y Couso

La invasión rusa de Ucrania está provocando una guerra de propaganda sin parangón.

Al control-censura informativa sin complejos por parte de Rusia –que no por ya asumido debería dejar de ser denunciado–, Occidente ha replicado con medidas que deberían sonrojar a los defensores de los derechos humanos más básicos.

Encarcelar en Polonia a periodistas como Pablo González, cerrar webs voceras del Kremlin y levantar controles en redes sociales a grupos ultras ucranianos es la mejor manera de perder legitimidad para denunciar el autoritarismo de Putin.

La guerra informativa encarcela... y mata.

Brent Renaud, periodista freelance estadounidense, moría el domingo tiroteado en Irpin, atacada y asediada por Rusia, cuando cubría la huida de refugiados.

No es fácil, en plena línea del frente, dirimir responsabilidades. No se han atrevido a hacerlo ni el periodista estadounidense, Juan Arredondo, que iba con él en el coche, ni el conductor ucraniano, herido. Lo que sí ha narrado Arredondo es que trataron de cruzar un puente y que, después de dejar atrás sin problemas un checkpoint ucraniano, comenzaron a ser atacados. El conductor dio media vuelta pero Renaud murió de un tiro en la nuca.

No seré yo quien saque conclusiones, pero convendría, como poco, investigarlo. No dejarlo en manos de EEUU, que ya ha amenazado a Rusia con que tendrá consecuencias (las que, salvo la impunidad para sus autores, no tuvo la muerte en el hotel Palestine de Bagdad en 2003 del reportero gráfico gallego José Couso en un ataque invasor estadounidense).

Pero tampoco dejarlo en manos de Rusia y sus versiones, como la que justificó el ataque a un hospital infantil en Mariupol aduciendo, primero, que era una base de ultras ucranianos e identificando luego a las que huían del edificio atacado como «actrices». Una de ellas, embarazada, sucumbió ayer a sus heridas y murió, como su hijo nonato en su vientre.

Maldito teatro.

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