Dabid Lazkanoiturburu
Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea

Rushdie, Satán y el chiísmo político

Vaya por delante que no he leido «Versos Satánicos». Tampoco me gustan las ofensas, sobre todo sin son burdas y vulgares, incluso cuando tienen como objetivo a cuestiones tan anacrónicas como la religión. Eso sí, me limito a pasar de ellas («a palabras necias...»). Y es que por lo general el problema no lo tiene el que ofende sino el que se siente –o se hace el– ofendido.

Sí he leido, por contra, la que se considera obra cumbre de Salman Rushdie, «Hijos de la Medianoche», y que se ambienta en la época de la traumática Partición de India y Pakistán –y en la colateral de Bengala–, de la que casualmente se cumplen estos días 75 años. Y me atrevería a aventurar, por la maestría de su escritura y por las críticas que ha cosechado a lo largo de su dilatada carrera –de la propia India, de Pakistán y hasta de EEUU por su actuación en Nicaragua– que la satanización de sus «Versos» responderá más a los problemas de algunos para interpretar, a la luz de sus arcaicas visiones, mundos entrelazados por el realismo mágico del autor.

Volvemos al nudo gordiano de la cuestión: el del ofendido.

Tanto la República Islámica de Irán como Hizbullah, del que el presunto autor del apuñalamiento, se declaró admirador, han negado relación alguna con el brutal ataque, pero en el primer caso tanto la alegría indisimulada de su prensa oficial como el «que se joda» –por Rushdie– de su portavoz de Exteriores evidencian la catadura de los sectores integristas-principalistas que gobiernan a golpe de fatwa sobre la herencia de una cultura tan rica y refinada como la persa.

Tanto la teocracia iraní como el «Partido de Dios» libanés y sus homólogos en otros lares, como los huthíes yemeníes, se benefician del prestigio de su lucha y resistencia contra el sionismo.

Y en guerras como la de Siria e Irak han sido presentados como la antítesis de los yihadistas de Al Qaeda o el Estado Islámico, que considera a los chiíes apóstatas merecedores de la muerte por el simple hecho de profesar esa corriente minoritaria del islam.

La misma muerte que merece Rushdie por publicar un libro. Muestra, como aquella, del salvajismo arcaizante que comparten con sus enemigos esos sectores del chiísmo, y que ni todas las condenas a Israel por la suerte de los palestinos pueden hacer perdonar.

Por cierto, «Versos Satánicos» está ya en mi mesilla de noche, listo para ser leído. Gracias al fanático que le apuñaló el viernes pasado en Nueva York. 

 

 

 

 

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