Dabid Lazkanoiturburu
Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea

Trump 2016-2020: segundo acto

Trump presentó ayer oficialmente su candidatura a la reelección con un discurso en el que conjugó el llamamiento al votante tradicional republicano, al que regaló los oídos con sus propuestas antiinmigración y al que instó a móvilizarse contra un triunfo demócrata que  impondría «el socialismo radical y la destrucción del sueño estadounidense». Junto a ello, reeditó el mensaje apocalíptico y aireó los mismos fantasmas y señuelos que en 2016 le conectaron con el malestar de sectores enajenados por la desindustrialización que le dieron el triunfo, ajustado pero decisivo, en estados clave del Rust Belt (Cinturón del Óxido).
Y es que al inquilino de la Casa Blanca se le pueden aplicar calificativos como el de histriónico, imprevisible... pero es todo menos tonto.
 
Contra lo que se ha convertido en un lugar común,  Trump sabe que la base de su victoria fue el electorado tradicional republicano, un electorado que muestra una fidelidad a prueba de bomba, mayor que la de los votantes demócratas.
En paralelo, el magnate logró en 2016 la presidencia pese a cosechar 3 millones de votos menos que su rival porque movilizó a esas decenas de miles de votantes airados, muchos de ellos demócratas, que le dieron victorias ajustadísimas en los estados de Michigan, Pennsylvania y Wisconsin. Trump sabe que sin revalidar esas victorias parciales tendrá prácticamente imposible su reelección.
De ahí sus insistentes referencias en el mitin de Orlando a Hillary Clinton –a Bernie Sandersy a Joe Biden  casi ni les mencionó–  y sus diatribas contra Washington, la prensa, los políticos corruptos y la élite, una élite a la que él mismo pertenece y que ha seguido prosperando bajo su mandato.
En resumen, Trump ha hecho suya la máxima del gran estratega republicano de la pasada década, Karl Rove, de que las elecciones no se ganan desde el centro sino movilizando al máximo a las propias bases electorales, en el caso de Trump la troncal (republicana) y la residual, pero no menos crucial.

Junto a su mensaje electoral dual, tres son los principales factores que sonrién a Trump a a sus expectativas.
Los dos primeros responden a lógicas propias. De un lado, EEUU registra el ciclo expansivo más largo de su historia, y que ya venía marcando en la era Obama. Por otro, la secuencia igualmente histórica señala que el candidato que aspira a la reelección tiene más probabilidades de vencer. Si a ello sumamos que Trump ha «perpetrado» la mayor rebaja de impuestos desde la era Reagan y que las consiguientes e incipientes señales de alerta económica se harán esperar más allá de 2020, el panorama para Trump no pinta mal.
A ello hay que sumar su capacidad de marcar la agenda y los temas de actualidad, siquiera con golpes de efecto, pero que resultan efectivos.
El reciente caso de la amenaza de imponer aranceles a los productos mexicanos, ante la que al presidente vecino, Andrés Manuel López Obrador, no le ha quedado otra que asumir una labor de gendarme de fronteras y de destino de los migrantes expulsados por EEUU es todo un triunfo para Trump.
Como lo es su pugna comercial con China, percibida por buena parte del electorado como la gran amenaza a la hegemonía estadounidense. Todo ello sin olvidar la cuestión del aborto, con la que Trump aspira a galvanizar a sus bases.

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