Txisko  Fernandez
Txisko Fernandez

El cambio posible

El cambio puede llegar a través de las urnas. Los tiempos cambian, las personas también –las que votan y las que no suelen votar– y, por tanto, no es tan difícil entender que los principios básicos de cualquier ideología política pueden cambiar. Ese cambio puede llegar con la actualización de los pilares que fundamentan una oferta política o con un giro radical de estrategia, y puede ser para bien o para mal.

Por poner un par de ejemplos de actualidad, haré referencia a Grecia y a las elecciones del 24 de mayo en Hego Euskal Herria.

Syriza ya lleva 100 días en el Gobierno de Atenas y, si bien no ha podido dedicar todo ese tiempo a gobernar como quisiera, ha dejado claro que está empeñado en cambiar muchas cosas, tanto en el Estado heleno como en el marco de la UE y en las relaciones internacionales de (ínter)dependencia económica.

Y ya hay quien desde supuestas posiciones de izquierda –¿quién se dedica aquí a repartir el carnet de rojeras?– se empeña en ver a Tsipras y Varoufakis claudicando ante las fuerzas del mal un día sí, otro no –para que no se les vea el plumero a las primeras de cambio– y al tercero de nuevo que sí. Vamos, que el mensaje que trasladan es que hubiera sido mejor que la izquierda radical griega hubiera seguido en la oposición.

Esto me suena, aunque sea lejanamente, a ciertos comentarios que se escucharon mucho por estos lares, eso sí, sotto voce, hace cuatro años tras conocerse los resultados que arrojaron las urnas. Era comprensible que el vértigo se adueñara un poco de todos nosotros cuando fuimos conscientes de que la Diputación de Gipuzkoa y el Ayuntamiento de Donostia podían pasar a ser gobernados por Bildu. Pero hubo quien no supo o no quiso superar el mareo y apostó a quedarse en la oposición con el triste argumento de que “no estamos preparados, ya vendrán tiempos mejores”… ¿para las nietas de nuestros nietos?

En el otro bando –porque ellos comenzaron así la legislatura y la han terminado todavía más alejados de la izquierda gobernante en Gipuzkoa–, tampoco digirieron muy bien el resultado Odón Elorza y sus colegas del PSE. No superaron el vértigo y cayeron en picado, dejándose gran parte de su dignidad por el precipicio. ¡Quién lo iba a decir!

El tiempo nos da una perspectiva muy interesante del periodo de Odón en la Alcaldía de Donostia. Llegó a ella gracias a un pacto antiabertzale promovido por el PNV. Se me dirá que aquello fue más bien una vendetta familiar, porque los jeltzales todavía no habían superado el trauma sicológico que les provocó la escisión de Eusko Alkartasuna.

Pero tengan en cuenta los hechos: el candidato del PSE salió elegido con los votos de los 5 ediles de su partido, los 5 del PP y los 4 del PNV; de esta forma superaron la suma de los 6 ediles de EA y los 2 de la extinta Euskadiko Ezkerra que logró el alcalde saliente, Xabier Albistur; mientras que los 5 de Herri Batasuna rechazaron a uno y a otro candidato.

Ciertamente, quedaron separadas por un estrecho margen de votos pero las urnas habían colocado como primera fuerza a EA, seguida de HB, del PSE y del PP. El PNV quedó en quinto lugar.

A partir de ahí, la candidatura de Elorza fue creciendo en votos cada vez que acudía a las urnas, aunque en 1995 todavía fue superado ligeramente por el PP, por lo que accedió a la Alcaldía con el apoyo de PNV y EA, que dieron forma a un tripartito con el PSE para asegurarse también las diputaciones. Luego, llegó a gobernar más cómodamente y logró que le apoyaran, en distintas etapas, tanto el PP como Ezker Batua.

Así durante veinte años. Hasta que muchas de las personas que le habían apoyado anteriormente en las urnas le dieron la espalda y Juan Karlos Izagirre recibió el bastón de mando porque Bildu fue la fuerza más votada por la ciudadanía donostiarra hace cuatro años.

Cambios como los que vivimos en Euskal Herria hace cuatro años y el que ahora está viviendo Grecia no serían posibles si las mujeres y los hombres que llenan las urnas de papeletas no hubieran optado, mayoritariamente, por el cambio. No hubiera sido posible sin cambiar estrategias. No hubiera sido posible sin fuerzas políticas comprometidas con cambiar el estado de las cosas. Y es posible seguir haciéndolo. Mejor ahora que dentro de veinte años.

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