Txoli Mateos
Txoli Mateos
Soziologoa

Amnesia estival

Hay un denominador común en los viajes vacacionales, algo que se oye constantemente: la necesidad de desconectar; de olvidarse de la vida cotidiana y sus problemas.

Dicen que el filósofo Immanuel Kant no se alejó más de cien kilómetros de la ciudad donde nació, vivió y murió a los ochenta años de edad. Hoy en día no viajar, sobre todo en verano, nos resulta incomprensible. Y, sin embargo, lo que hoy nos parece tan obvio es relativamente nuevo. Hace, pongamos sesenta años, las clases populares no iban «de vacaciones». En general, viajar no ha sido nunca algo accesible a todos los estratos sociales, como no lo han sido otras cosas, lógicamente. Pero, en la actualidad, viajar está casi al alcance de cualquiera. Incluso el Estado se ocupa de que nadie se quede sin viajar por falta de medios económicos.

A pesar de todo, ya desde el siglo XIX, hay quien ha analizado la necesidad de viajar como algo no solo extraño, sino casi patológico. Arthur Schopenhauer, por ejemplo, menospreciaba a la gente que creía encontrar en los viajes lo que no tenía en su interior: riqueza intelectual, que era, en su opinión, la verdadera fuente de la felicidad. Otro pensador alemán, Georg Simmel, se extrañaba de la obsesión que tenían los urbanitas por los viajes. Solo los que viven en las grandes ciudades, decía, sienten esa compulsión de viajar, como prolongación de la vida hiperestimulante que significa la gran urbe.

La gente que conocemos puede irse de vacaciones a Venecia, a Thailandia o al valle del Roncal. No todo el mundo busca el exotismo, que, además, no es barato. Pero hay un denominador común en los viajes vacacionales, algo que se oye constantemente: la necesidad de desconectar; de olvidarse de la vida cotidiana y sus problemas. Creo que es una agencia de viajes la que ha utilizado este verano como lema publicitario el término «amnesia estival». Efectivamente, la consecuencia fundamental que tiene viajar es el olvido de lo que se ha dejado atrás que, por lo que se ve, no es muy satisfactorio. ¿De qué vamos huyendo? Mientras hago la maleta, pienso de qué me estoy escapando yo, o sea, qué debería cambiar a la vuelta.

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