Txoli Mateos
Txoli Mateos
Soziologoa

Suecia también

Los países nórdicos están cayendo poco a poco bajo el rodillo de una derecha ultraconservadora y xenófoba, como ha sucedido hace poco en Francia.

Siempre he sentido admiración por los países nórdicos, aunque no he visitado ninguno de ellos. Su cine, su literatura y ahora las series producidas en estos países me fascinan, entre otras cosas, porque muestran una sociedad que tiene bastante poco que ver con la nuestra. Y la nuestra sale perdiendo en la comparación. Durante muchos años, los países nórdicos han sido ejemplo de políticas sociales igualitarias respaldadas por un profundo sentido cívico, enorme respeto por la naturaleza, sistemas sanitarios universales y gratuitos, escuelas que toda Europa quiere imitar, programas de ayuda a países más pobres, mediación en conflictos armados y tierra de asilo para exiliados de dictaduras como Chile y Argentina y, más tarde, de refugiados sirios y kurdos, entre otros.

Aún así, tenemos la costumbre de tacharlos de individualistas y tristes. Pero, Finlandia, por ejemplo, lleva varios años siendo considerado el país más feliz del mundo, según los índices de satisfacción de su ciudadanía. Y Suecia es el mejor país del planeta para las mujeres, de acuerdo con el ranking de Ceoworld, que tiene en cuenta criterios como sensación de seguridad, empoderamiento, nivel de educación, ingresos y tasas de empleo. No son el paraíso terrenal, pero dan un poco de envidia. ¿0 no?

Me temo que cada vez menos. Los países nórdicos están cayendo poco a poco bajo el rodillo de una derecha ultraconservadora y xenófoba, como ha sucedido hace poco en Francia, donde consiguió el visto bueno del 40% de los votantes. Como está sucediendo en casi toda Europa. Esta vez le ha tocado a Suecia. En el país que en otro tiempo fue icono de la defensa de los derechos humanos, el movimiento antiinmigración de extrema derecha (DS) se ha convertido en la segunda fuerza política más votada.

No es bueno caer en el catastrofismo ni pensar que esto es inevitable. Quizá la izquierda debería desarrollar políticas de consenso que se conviertan en un dique de contención de esta terrible marea.

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