Arun Sankar (AFP)
Mansiones bici
Puerta de acceso a la abandonada mansión de Kanadukathan.
Arun SANKAR (AFP)

Mansiones de Chettinad, testimonio de una gloria pasada

En un rincón remoto de la India, en Chettinad, miles de mansiones albergaron un día a los banqueros y comerciantes más ricos del país, pero, un siglo después, la mayoría de ellos lucen abandonados. Sus desolados restos son testimonio mudo de las riquezas perdidas.

Magnates de Chettinad, cerca del extremo sur de India, hicieron sus fortunas durante la era del dominio colonial británico comerciando con gemas preciosas y especias en imperios en expansión que se extendían hasta Malasia y Singapur. Gran parte de su riqueza se canalizó hacia la construcción de deslumbrantes casas profusamente decoradas con figurillas de estuco, vidrieras de colores y ostentosas cornisas.

Los historiadores aseguran que traían incluso candelabros de Venecia, espejos gigantes con marco de caoba de Bélgica y baldosas de cerámica vidriada con diseños especiales de Birmingham. «En aquel momento, la competencia entre sus habitantes era enorme, incluso entre familiares, que rivalizaban entre ellos para alardear del edificio más hermoso», comenta  Bernard Dragon, un arquitecto que trabaja en esa región.

11.000 casas palaciegas

Pero el tiempo ha hecho estragos en la mayoría de las 11.000 casas palaciegas construidas entonces en Chettinaden. Muchas de ellas se encuentran en ruinas, abandonadas, incluso cubiertas de vegetación. El motivo de su desolada situación se debe a que sus propietarios actuales no pueden asumir los gastos de mantenimiento, aunque hay casos en los que la razón principal es la disputa sobre su propiedad.

A Dragon, quien ha participado en los trabajos de restauración de una propiedad para reconvertirla en hotel boutique, le preocupa el estado de conservación de los antiguos palacios. «En algunos pueblos, los dueños están más comprometidos y más pendientes de sus propiedades, pero hay pueblos en los que entras y descubres que están completamente abandonados, de que nadie cuida de ellos».

Relaciones comerciales

Hoy nada se parece a lo que un día fue. Todo ha ido cambiando con el paso de los años y las circunstancias. En la época dorada, algunos de sus residentes pudieron aprovechar sus redes para realizar operaciones bancarias y obtener propiedades gracias a sus relaciones con comerciantes británicos que buscaban mercados y financiación para el comercio de té, café y caucho. Además, los habitantes de Chettinad pertenecían a una casta de comerciantes tamiles, y el lugar, sin duda, era un punto de partida ideal para un imperio comercial marítimo.

Pero, después de la Segunda guerra mundial, sus propiedades fueron menguando, a medida que subía el volumen de la voz independentista. Muchas familias, obligadas a apretarse el cinturón o buscar otras oportunidades, se trasladaron a la cercana ciudad de Chennai, dejando sus casas en manos de cuidadores o, simplemente, abandonándolas.

Actualmente, las docenas de comunidades que conforman la región de Chettinad están muy lejos del corazón palpitante de la vida comercial del sur de la India. Sin embargo, Chennai se ha convertido en un importante centro financiero e industrial.

Además, con el aeropuerto más cercano a más de dos horas de distancia y con mansiones –algunas con 100 habitaciones– que necesitan sumas asombrosas para su mantenimiento, hay poco apetito por las propiedades inmobiliarias locales.

Lazos emocionales

Aun así, los lazos emocionales de los descendientes de aquellos propietarios y arquitectos apasionados que ensalzan la artesanía suprema de las casas palaciegas han ayudado a impulsar algunos esfuerzos para preservar estas maravillas arquitectónicas. «La nueva generación está ganando mucho dinero y se está interesando en estas propiedades», dice A. Chandramouli, el anciano propietario de Chettinadu Mansion, que se extiende sobre 3.700 metros cuadrados y que ha sido reconvertida en un complejo histórico atractivo, escenario a menudo de películas de Bollywood.

«Espero un renacimiento en breve», agrega Chandramouli, sentado en una silla antigua en un patio embaldosado cálidamente acariciado por la luz del sol de la tarde. «Quieren preservar este patrimonio único para las generaciones futuras».

Algunas propiedades, pero pocas, sí han conservado, en gran medida, sus relucientes pisos de mármol, sus candelabros de cristal y sus espejos tallados, al tiempo que agregan comodidades modernas que agradecen los turistas adinerados atraídos por la grandeza descolorida de la zona. «Estas casas necesitan ser restauradas para que nuestras generaciones futuras vean cómo vivía la gente aquí». Son palabras de Malini Bharathy, una turista que, mientras habla, se fotografía a sí misma desde uno de los balcones de la mansión rehabilitada.