NAIZ (Argazkiak: Alexis DELELISI/AFP)

Huskys siberianos, a la espera de turistas en Tierra de Fuego

Se llama Hugo Flores y tiene 152 perros de la raza husky siberiana y alaskan. Los mantiene y entrena en una cabaña, en Ushuaia, a la espera de que regresen los turistas que la pandemia paralizó. Todos siguen saliendo a correr a diario.

Los 150 perros salen a diario de su cabaña, en Ushuaia.
Los 150 perros salen a diario de su cabaña, en Ushuaia. (Alexis DELELISI | AFP)

En medio del valle nevado de Ushuaia, la ciudad más austral de Argentina, Hugo Flores sigue entrenando perros y preparando trineos para los visitantes, pese a que la pandemia le está propinando un gran golpe a esta actividad en tierras congeladas.

Su cabaña, que recibía a cientos de visitantes cada año, era el punto de partida de la Carrera del Fin del Mundo, competencia de trineos para participantes venidos cada año con sus perros desde todas las latitudes y que fue suspendida debido al covid-19.

El cierre de fronteras en Argentina golpeó a su emprendimiento, que se nutre principalmente de visitantes extranjeros y que recibía a unos 150 turistas diarios antes de la pandemia. Afortunadamente, en un momento, las copiosas nevadas en Tierra del Fuego le dieron revancha para captar al turismo interno cuando el gobierno relajó algunas de las restricciones sanitarias.

Sus 152 perros de la raza husky siberiana y alaskan consumen una tonelada y media de alimento balanceado al mes, pero lo que más necesitan es ejercicio y cuidado constante. Voluntarios ayudan en las tareas al tiempo que reciben clases de conducción de trineos.  «A los perros no los adiestramos; correr está en su instinto, pero hay que entrenar a los líderes para que sigan el rumbo», explica sobre el arte de conducir.

Paciencia es la principal virtud que cree necesaria para dominar a este tipo de canes conocidos por su belleza y tozudez. «Hay silbidos que son estímulos para que el perro sepa que estoy detrás; cualquier persona con fortaleza en los brazos y que soporte el frío lo puede hacer», asegura.

A más de 3.000 kilómetros al sur de Buenos Aires, la jauría se alborota en un ensordecedor aullido colectivo cuando Hugo sale de la cabaña para elegir a los perros que emprenderán la próxima travesía.

Cada perro hace un máximo de seis carreras diarias, un recorrido que los turistas terminan con un chocolate caliente en la cabaña de Hugo. «Salen a correr a diario, lo necesitan para sentirse felices», explica este hombre de 58 años que se inició en el oficio tras quedar fascinado con los extintos perros polares argentinos.

Flores fue cuidador de uno de esos ejemplares producto del cruce de razas creada por el Ejército Argentino para soportar las gélidas campañas antárticas y expediciones al Polo Sur.

Pero esos perros, de porte fuerte y gran resistencia, no soportaron la vida fuera del Continente Blanco cuando fueron retirados de la Antártida en los años 1990 para cumplir con normativas internacionales de protección al medio ambiente, pues eran considerados una amenaza para las otras especies: focas y pingüinos. «Cuando sacaron los perros polares de la Antártida y los trajeron a Ushuaia, los conocí, me fascinaron y empecé a entrenar con trineos, una actividad que merece ser fomentada porque une al hombre y la naturaleza», asevera.