Khaled Desouki (AFP)

El papiro, una tradición que resurge

En los exuberantes campos del Valle del Delta, en Egipto, agricultores y artesanos  luchan por mantener viva la fabricación del papiro, una tradición que se remonta a la época de los faraones y que la pandemia mundial ha potenciado para paliar las graves consecuencias de la crisis del turismo.

Una mujer prepara papiro para comprimirlo y secarlo en el taller del pueblo de al-Qaramous, en la fértil región norteña del delta del Nilo en Egipto.
Una mujer prepara papiro para comprimirlo y secarlo en el taller del pueblo de al-Qaramous, en la fértil región norteña del delta del Nilo en Egipto. (Khaled Desouki | AFP)

En la década de los setenta del siglo pasado, en el pequeño pueblo de Al-Qaramus, en la provincia de Sharqiyah, en la fértil región norteña del delta del Nilo en Egipto, un profesor de artes plásticas enseñó a los agricultores las técnicas milenarias, tanto agrícolas como artísticas, para plantar la valiosa caña y transformarla en papel marrón con dibujos y textos ornamentados. Qaramus es ahora el centro de producción de papiro más grande del país.

El pueblo y sus alrededores, situado a unos 80 kilómetros al noreste de El Cairo, es ahora el principal productor de papiros del país, según los expertos.

Otrora utilizado por los antiguos egipcios como papel de escribir, los artistas locales ahora decoran el papiro con jeroglifos, caligrafía árabe y representaciones que van desde la antigüedad y la naturaleza hasta creativos recuerdos para los visitantes.

Pero el turismo en el país del norte de África ha caído, sobre todo por la pandemia del covid-19, que ha debilitado todavía más al sector.

Actualmente, Al-Qaramus tiene 25 explotaciones que tratan de llegar a fin de mes con la venta de papiros, frente a las 500 que tenía antes, según el agricultor y artista Said Tarakhan. «He perdido en torno al 80% de mis ingresos», se lamenta este hombre de 60 años mientras muestra una pintura de Tutankamon.

«Volverán»

La planta del papiro, que parece un plumero, crece en agua y puede llegar a medir cuatro metros de altura. Su forma ha servido de inspiración para decorar las columnas de los templos del antiguo Egipto.

Para hacer el papel, los trabajadores utilizan alambre para cortar los tallos en finas tiras, que se sumergen en agua y se colocan una sobre otra para crear láminas que, después, se colocan en un compresor para compactarlas. El papel resultante se deja secar al sol antes de escribir en él o pintarlo con coloridos dibujos.

El propietario del taller de papiro Abdel Mobdi Mussalam, de 48 años, dice que hace una década tenía ocho operarios pero ahora solo dos. «El papiro es nuestra única fuente de ingresos. Es lo que me da de comer a mi y a mis hijos», agrega.

Tarakhan confiesa que está tratando de elaborar otros productos de papiro como bloc de notas o cuadernos de dibujo. Hace unos meses, su hijo Mohammed lanzó una tienda online para vender sus nuevos productos. «Al principio, solo vendíamos localmente a la gente que venía, pero, después de la pandemia, pensábamos que podríamos llegar a más gente, incluso a extranjeros, por internet», explica el joven de 30 años. «Tratamos de pensar de manera diferente para poder seguir», explica Tarakhan padre, que en 2014 fundó una asociación de fabricantes artesanales de papiro. «Agradezco al covid por encerrarnos en nuestras casas y forzarnos a mejorar nuestro modelo de negocio», confiesa.

Cerca de las famosas pirámides de Giza, Ashraf al-Sarawi muestra pinturas en papiro en su gran tienda, sin turistas. Asegura que perdió el año pasado la mayoría de los ingresos debido a la pandemia, pero espera que el turismo vuelva pronto. «El turismo nunca muere», manifiesta este hombre de 48 años. «Puede enfermarse durante algún tiempo, pero volverá».