Antxon Iturriza

En el corazón de Artikutza: trravesía por la barranca de Urdallue

El enclave de Artikutza es un oasis de tranquilidad y belleza en cualquier época del año. Su condición de reserva natural le ha protegido de las transformaciones que se derivan de las actividades humanas desde que en 1919 el Ayuntamiento de Donostia comprara la finca para proveer de abastecimiento de aguas a la capital guipuzcoana y a su comarca.

Hasta entonces, la historia de Artikutza había sido agitada. Pastores, mineros, ferrones y carboneros fueron dejando huella de su paso en los valles de este enclave, algunas de las cuales nos saldrán al encuentro en nuestra excursión de hoy.

Desde el collado de Bianditz

Iniciaremos nuestra andadura en el mismo collado de Bianditz (711 m), justo en el punto en el que la carretera empieza a descender hacia la finca de Artikutza. Caminando por la carretera poco más de un kilómetro llegamos a la casa forestal de Exkax, donde una barrera controla el paso de vehículos hacia el pueblo de Artikutza. Continuaremos todavía por el asfalto durante unos minutos hasta encontrar en el lado izquierdo la señalización de un sendero balizado.

Abandonamos la carretera para penetrar en el bosque de Exkaxpe. El camino va descendiendo entre un magnífico hayedo y cruza dos regatas por sendos puentes de madera. Poco más adelante, si abandonamos momentáneamente el sendero, tendremos la oportunidad de contemplar la bella cascada de Erroiarri.

Tras describir un ligero ascenso, el camino balizado comienza a perder altura y desemboca frente a una langa. Al otro lado encontramos una pista cementada que desciende rápidamente hasta el poblado de Artikutza (325 m). Antes de proseguir, merece la pena recorrer visualmente las edificaciones de este pequeño núcleo, que vive aislado del mundo.

Nuestra ruta pasa junto al frontón y continúa por la pista que va ascendiendo hacia el embalse. Cuando, poco más adelante, ésta describe una curva muy cerrada hacia la izquierda, será el momento de buscar en la alambrada una langa de madera que nos permitirá descender hasta la regata de Urdallue. Cruzamos un rústico puente y, avanzando unos metros por la orilla aguas arriba, vamos a localizar un sendero ascendente que va ganando altura con decisión entre el hayedo. En algunos momentos su traza se difuminará entre la hojarasca. Hay que leer en el terreno las huellas de la antigua senda y, cuando ésta ya se borra definitvamente, ir ganando altura por el bosque de Olaran hasta confluir con una amplia pista que desciende hacia la regata de Elama.

El mojón de Orreaga

Ni siquiera deberemos de pisar la pista: unos pasos más arriba localizaremos el arranque de otra senda señalizado con un hito de piedra. Avanzamos ahora por una tenue senda cubierta de hojarasca que se abre paso entre un formidable hayedo. Llegaremos así hasta otro pequeño puente. Al otro lado nos esperan pacientemente los muros abandonados de lo que fue la ferrería de Urdallue, que junto a las de Elama, Goizarin y Artikutza centraron las actividades metalúrgicas en este enclave desde el siglo XV.

Unos metros más arriba, viramos a la izquierda para seguir un ancho camino. Al paso observaremos las oquedades de lo que fue la mima de Lapurzulo. Más adelante se unirá a nuestro paso un estrecho canal que proveía de agua al depósito de Lizarurdiñeta.

Cuando alcanzamos el final del canal, el camino desaparece. Vamos a continuar ahora ascendiendo sin camino por la ladera limpia del hayedo hasta confluir poco después con una pista que procede del pueblo de Artikutza. Será nuestra guía para ascender por ella al encuentro del collado de Usanbelartza, marcado con un poste indicador, ya en terreno despejado. Muy cerca nos queda ya la cima de Izu (829 m) hasta la que llegaremos salvando el corto repecho que nos separa de su cumbre. El panorama se nos abre ahora espectacularmente sobre el valle de Arantza y desde las montañas del Bidasoa hasta las cumbres blanqueadas del Pirineo.

Siguiendo hacia el norte un estrecho sendero abierto en paralelo a la alambrada enlazaremos en el collado de Amekerrun con el camino que nos permitirá cerrar nuestro circuito. Más adelante cruzamos por el collado de Pagolleta, donde nos verá pasar un viejo mojón que muestra inciso el báculo de la colegiata de Roncesvalles, a la que perteneció la finca desde el siglo XIII hasta el XIX.

Nuestro regreso hacia el coche será un paseo delicioso, adentrándonos en algunos momentos en los hayedos y disfrutando en otros de amplias perspectivas sobre los magníficos bosques que forman la reserva de Artikutza.

Llegaremos así al collado de Burnaizlegiko lepoa (750 m), identificable por tener al otro lado de la alambrada un refugio de cazadores. Cruzamos la cerca para abordar un sendero que en fuerte ascenso por la ladera nos lleva hasta las alturas de la cresta de Bianditz. Manteniendo el perfil cimero alcanzaremos la cumbre de esta montaña (844 m). Solo nos queda ya descender tranquilamente por la pendiente herbosa hasta el collado en el que hemos iniciado la travesía.