Amaia Ereñaga
Erredaktorea, kulturan espezializatua

Euskal Encounter: el contacto humano, el motor que mueve un macroevento tecnológico

Un pabellón en el que parpadean las pantallas de 3.000 ordenadores; al lado, drones, batallas y encuentros sobre lo último en informática; en la nube, un mundo paralelo. ¿Y qué es lo principal? ¿La tecnología? Sorprendentemente no: el contacto humano, verse las caras. Esto es la Euskal Encounter.

Una participante de la Euskal Encounter. La cita tiene mucho de encuentro social.
Una participante de la Euskal Encounter. La cita tiene mucho de encuentro social. (Oskar MATXIN | FOKU)

Lo primero que llama la atención al entrar en el pabellón número 5 del BEC de Barakaldo son las largas filas en la que se distribuyen los ordenadores en los que, hasta el lunes, literalmente viven los participantes de la Euskal Encounter. Una imagen de orden para una especie de caos gustoso: pantallas encendidas por todos lados, portátiles por aquí, un ordenador con forma de Estrella de la Muerte por allá, una madre ante su pantalla con su pequeño hijo en brazos, un animado haciendo abdominales –para sorpresa de todos; aquí el sedentarismo es ley–, cervezas y comida no muy sana en carritos, un grupo que pasa ataviado como los personajes de un manga o un videojuego sin que ni siquiera se le levante una ceja a la fila que está jugando online en ese momento...

El encuentro de aficionados a la informática e internet más veterano del Estado ha recuperado su formato original tras las restricciones por el covid y, aunque no ha llegado a las cifras anteriores a la pandemia –todavía no estamos instalados en la normalidad del todo, con los 5.000 personas del año 2019 y aquellas ediciones en las que se agotaban las entradas en dos horas– celebra hasta el lunes 25 su edición número 30 en el BEC con 3.100 ordenadores conectados y más de 300 actividades.

De Urretxu a la pospandemia

Desde que arrancó en Urretxu, con solo 25 ordenadores, la cita ha ido creciendo y, sobre todo, evolucionando. Sabino San Vicente, organizador de la Euskal Encounter, es también uno de sus fundadores y recuerda cómo al principio este encuentro nació por la necesidad de intercambiar información. Pura y llanamente.

Buscaron en otros lugares, en Dinamarca había un encuentro similar, y se lanzaron a hacerlo aquí. Había tal ‘hambre’ de novedades, que algunos de sus participantes recuerdan cómo, mientras las empresas informáticas ofrecían charlas sobre sus programas, entre las filas de ordenadores corría una riada de disquetes o CDs con esos programas pirateados. La conexión a internet también era espectacular; era un lugar perfecto para bajarse cosas. Hoy en día, la rapidez de las conexiones en los hogares hace que esto ya no tenga la misma importancia... aunque aquí hay 60 gigabits por segundo. Pero no vienen hasta aquí por eso.

Unos cuantos datos: la mayoría de los participantes (el 64%) son de Euskal Herria, con mayoría vizcaina (40%). La mayoría son también hombres y parece como si se hubiera estancado la participación de las mujeres (un 85% masculino frente al 15% femenino). El dato parece responder también a la situación en el sector. Curioso, cuando la informática la inventó una mujer, la programadora Ada Lovelace (Londres, 1815-1852), y las mujeres destacan en los apartados más creativos de la tecnología.

La pandemia y la inserción en nuestra vida cotidiana de la tecnología han provocado una evolución en la Euskal Encounter. Esto, más que un encuentro profesional, parece una cita lúdica e, incluso, nos atreveríamos a decir que festiva. Sabino San Vicente lo define en una frase: «Esto es el lado humano de internet».

De lo online a la piel

Lo online está bien, pero los humanos necesitamos vernos las caras y sentir el contacto piel con piel... y hasta, incluso, olernos y oírnos los ronquidos. «Vivo con una cuadrilla de jabalís y varios ciervos en plena berrea», explica Irene, Ivywolf en las redes, sobre la noche que ha pasado en la zona de camping contigua.

Ha dormido bastante, unas 6 horas. Aunque el promedio suele ser bastante más bajo. Porque en la Euskal Encounter, en realidad, la cosa se anima por las noches. Nos dicen que la de este sábado y la del domingo serán las más potentes.

Irene (29 años, ha celebrado su cumpleaños en el BEC) viene de València. Junto a la donostiarra Ane Bartolomé (38) forma parte de un grupo compuesto por una treintena de amigos. Se apuntan en grupo, se sientan juntos, comparten estos días de desconexión del mundo. Una cuadrilla... o una tribu, no sabemos cómo definirles. Ana, que es técnica informática, es una veterana de la Euskal Encounter. Ha sido también parte de la organización y una de las pocas mujeres de este mundo. «Entonces me sentía un animal en peligro de extinción», recuerda con una sonrisa.

3.000 ordenadores y más de 300 actividades en esta edición de la Euskal Encounter. (Oskar MATXIN EDESA/FOKU)

Esta es la primera Euskal Encounter de Irene, y no será la última. Ambas se conocieron antes de la pandemia, pero el aislamiento les sirvió para estrechar su amistad gracias a internet. Pero lo online no basta, aunque ayude.

Están montando un vídeo en este momento, una especie de corto, y hablamos con ellas sobre esta especie de techo de cristal contra el que chocamos las mujeres, muchas veces, por desgracia, por nuestro propio complejo de intrusa. Irene, por ejemplo, temía que la Euskal Encounter fuese un encuentro solo para especialistas en tecnología: destripar ordenadores y así –que también se hace–... pero «eso un cliché», explica. «Animo a la gente a que venga», asegura entusiasta.

La Euskal Encounter ha sido también el primer gran evento en sumarse al protocolo de Emakunde para evitar las agresiones machistas. Hasta el momento no se ha recibido ninguna denuncia en la zona morada habilitada para ello, explica Sabino San Vicente, ni tampoco en el chat interno que se ha activado para evitar situaciones como esas. Ni Ane ni Irene dicen haber sentido presión alguna. Es un lugar tranquilo, dicen.

Imprimirse la comida

En los 34.000 metros cuadrados en BEC hay mucho para ver. Se ha recuperado la zona abierta al público, la Opengune, que acoge conferencias y talleres sobre temas como el metaverso, la realidad aumentada, la inteligencia artificial, la seguridad informática, la computación cuántica, vehículos eléctricos –por cierto, hay interés en las nuevas tecnologías hacia la cuestión medioambiental–, el software libre, los videojuegos... y también hay zona ‘museística’; es decir, ordenadores antiguos que nos parecen del Pleistoceno y son los que utilizábamos no hace tanto tiempo.

Se ha estrenado una nueva sección de Streaming para favorecer la creación de contenido digital, un sector con un importante crecimiento en los últimos años, y hay todo tipo de talleres: de realidad virtual, para hacer volar drones...

Xiber Agilera lleva dieciséis años en la Euskal Encounter y se encarga de la zona de hardware. Entre ordenadores con formas casi escultóricas –hay algunos que asemejan animales como la iguana, hechos en acero–, nos enseña lo más novedoso de esta edición: no son las impresoras en 3D –no ha llegado la que imprime a cinco colores, que debe de ser lo último de lo último–, sino las litografías, unas impresoras que solidifican la resina en muy poco tiempo.

Lo hacen diez veces más rápido que una impresora 3D y, en el futuro, dice, su aplicación será principalmente para el sector alimentario. Mientras lo rumiamos, pasa un grupo con paquetes de madalenas y bollería industrial.